Esta semana tenía serias dudas sobre qué publicar. Tenía en mente dos posts que me hacía gracia escribir, pero fue TVE la que, sin saberlo, me ayudó a decidir.
Y al final… no escribí sobre ninguno de los dos que tenía
pensados.
Resulta que la Primera Cadena no ha parado de anunciar el
estreno de la película de Barbie, mañana en TV, y pensé: "¿Y por qué no
dedicarle un post a ella? No estaría mal… ¿no?"
Así que aquí va. Dedicado a mi hija, con todo mi
cariño... y un poco más.
Corría el año 1959. Mientras el mundo escuchaba a Elvis y
los coches llevaban más cromado que sentido común, una mujer llamada Ruth
Handler presentó al mundo su visión revolucionaria en la "Feria del
Juguete de Nueva York": una muñeca adulta con curvas, sonrisa fija y
tacones imposibles. Así nació Barbie (sí, por su hija Barbara... lo de Ken vino
después, y no preguntes por Allan, el eterno secundario… mmmm, porque ya ni
Barbie se acuerda de él).
El diseño se basó en una muñeca alemana de posguerra
llamada Bild Lilli (originalmente... ¡una caricatura para adultos!). La
historia siempre tiene capas ocultas.
Rubia, elegante, con piernas que desafiaban la lógica y
el equilibrio, Barbie no era solo una muñeca, era un icono.
Yo viví de lleno el auge de los años 80's, y Barbie
seguía siendo omnipresente: en aquellos días, en los anuncios, en los
escaparates de las mejores jugueterías y, sobre todo, en la habitación de mis
primas, que tenían una mansión rosa a medida de la muñeca, que parecía más cara
que el piso de mis padres.
Mientras yo jugaba con Madelman y Geyperman, y algunos
Airgam Boys que habían perdido más piezas que la vajilla del domingo, Barbie
seguía siendo imbatible en el mundo de las pequeñas féminas.
La rubia muñeca cambiaba de carrera profesional más
rápido que el camaleónico David Bowie (a quien le pusieron ese apodo por su
habilidad para reinventarse constantemente, tanto en su imagen como en su
música). Pues así era Barbie, cambiaba de estilo y de personaje en un abrir y
cerrar de ojos: hoy azafata, mañana cirujana, pasado mañana piloto de F-16 con
tacones… ya sabes: antes muerta que sencilla.
Y ojo, Barbie, esa muñeca empoderada, ya había sido
astronauta en 1965 (antes que nuestro querido "Madelman astronauta
2001", que salió en 1968). O sea, que fue al espacio antes que muchos
hombres de plástico y también de carne y hueso con traje de la NASA. Y sin
rastro de gravedad... ni de celulitis, jejejejeje.
Los años pasaron, como las cintas del VHS. Un día, sin
darme cuenta, me convertí en padre. Primero de un niño (todo un campeón), y
pasados unos añitos, de una preciosa niña rubia, rubia de verdad, con unos
preciosos ojos azules, cariñosa y una sonrisa que te ilumina el alma… mmmm, y
también con una pasión por las muñecas que venía de serie, y sobre todo, desde
que supo decir "¡mía!", jajajaja. Pasó por todas: las Monster High,
las Bratz, unas con alas, otras con colmillos... pero siempre volvía a Barbie,
porque Barbie era la reina madre de todas.
En casa teníamos Barbie sirena, Barbie veterinaria,
Barbie rockera, Barbie con perrito, con caballo, con coche, con cocina...
¡teníamos hasta la Barbie que no sabíamos qué era, pero venía con muchos
accesorios!
Y, por supuesto, todo era rosa. Porque el rosa ha sido el
color favorito de mi hija desde que era una renacuaja. Si algo no era rosa, no
era digno de atención. Le chiflan los pastelitos Pantera Rosa, los Crocs rosas,
los vestidos ros... Bueeeeno, ¿para qué continuar? Ya os lo podéis imaginar.
Mejor pongo: etc., etc., ¡ROOOOSAAAAA!
Y aunque al principio yo decía: "yo en mis tiempos
jugaba con mis muñecos de acción, con pistolas, o con mi TENTE… y esto eran
cosas de chicas", acabé organizando desfiles de moda, bodas Barbie-Ken con
gominolas de invitados, y construyendo rampas con cartón para sus coches. Me
sabía los catálogos mejor que las instrucciones del Ikea.
Recuerdo que no le gustaban Los Simpson. Decía que eran
feos. Pero cuando su hermano mayor los veía, y ella estaba por ahí jugando o
haciendo cualquier cosa… bastaba que Lisa empezara a hablar de su Barbie Stacy
Malibu para que mi hija saliera disparada al salón y se quedara embobada
mirando esas escenas.
Esas Barbies de dibujos tenían el mismo efecto que un
imán sobre una caja de clips.
Y cuando se estrenó la peli de Barbie en los cines hace
un par de años… no solo tenía las entradas con mucha antelación, ¡sino que
también se presentó en la puerta del cine dos horas antes para ser de las
primeras en entrar!
Yo la veía emocionada, vestida de rosa de pies a cabeza
(última foto: ella es la culpable de este post, ella es mi Barbie preferida, mi
Barbie hija, jejejeje), emocionada como si fuera a encontrarse con una vieja
amiga.
Barbie ha sido muchas cosas. Algunas muy horteras (sí,
Barbie discotequera de 1993, me acuerdo de ti), otras realmente inspiradoras.
Pero, sobre todo, ha sido parte de la infancia de
generaciones enteras.
Y como padre que fue niño y creció en los 80's, ver a mi
hija ilusionarse con las mismas muñecas que mis primas colocaban con mimo en
sus estanterías, o en aquella pedazo de mansión de plástico rosa en aquellos
años… es como encontrar un cassette de Aqua y su canción "Barbie
Girl" en perfecto estado: nostalgia pura con olor a chicle de fresa.
Hoy mi hija ya es una mujer guapísima (aunque, ¿qué voy a
decir yo?, pero en este caso es completamente cierto, jejejeje), y aún guarda
una caja de Barbies sin abrir, como quien protege joyas de la corona.
Una caja que le trajo su Ken (Nico) de Estados Unidos, y
no te lo pierdas… ¡mmmm, sin aranceles!
Y yo, que crecí entre espadas, pelotas, tirachinas y
pistolas (entre otros juguetes de la época), miro esa caja sin abrir y pienso:
Barbie… has sobrevivido a más de seis décadas, un cambio de siglo, varias
crisis existenciales… y a una niña de cinco años con tijeras y rotuladores.
Jopeee, tíaaaa, te lo juro por Snoopy, jajajajaja... Eres
muy grande, eres una leyenda que jamás pasa de moda. Y si no, que se lo
pregunten a mi hija.
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