Hoy, en este último respiro del verano, me asalta el deseo de volver atrás: a unos días como estos, allá por 1974… o quizás fue en 1975. El tiempo ya borra las fechas, pero no las sensaciones.
Fue aquel último día de vacaciones
en mi pueblo, lo recuerdo como si fuera ayer... Al día siguiente volvíamos a
Barcelona, nos esperaba un viaje de más de 12h,
el verano estaba llegando a su fin y las clases acechaban a la vuelta de la
esquina.
Esa tarde vi a Francisco, uno de mis
mejores amigos de la infancia, con una sonrisa que parecía no caber en su cara.
Esperaba ansioso a su hermana, Mari Carmen, que regresaba de Andorra tras pasar
los meses de verano trabajando. Francisco aseguraba que volvía con la maleta
repleta de regalos… yo, escéptico, no podía imaginar lo que eso significaba y
pensé: "mmmm, no será para tanto".
Después de cenar, como cada noche,
Francisco vino a buscarme. Pero aquella no iba a ser una noche cualquiera. Se
acercaba a casa con una bolsa enorme entre las manos y sus ojos brillaban de
emoción. Entre risas y gritos de júbilo, me mostró lo que le trajo su hermana:
una verdadera joya.
Primero, una metralleta espacial
"Pery - Cosmos" que sacaba chispas al apretar el gatillo. Luego, una
"Cerbatana Jívaro", fabricada por IBER Sport S.A., con sus dardos de
ventosa, que parecía sacada de un cuento de aventuras. Pero el colmo de la
fantasía fue la misteriosa cabeza reducida de jíbaro, con su cuerdecita, lista
para colgar y practicar puntería sobre ella. Era un lote de juguetes que
parecía salido de mis sueños más secretos, y esa noche, junto a aquellos
juguetes, quedaron grabados en mi memoria para siempre.
Por cierto… La cerbatana de IBER
Sport se llamó "Jívaro" con v porque en los años 60's y 70's era
común usar esa grafía en la cultura popular y en títulos de películas, libros o
artículos sobre los pueblos amazónicos.
Este detalle refleja cómo la época
mezclaba el exotismo con la publicidad: la "v" hacía que el nombre
sonara más aventurero y llamativo para un juguete, reforzando la imagen de
misterio y aventura que se asociaba a los indígenas amazónicos en la
imaginación colectiva.
"Jívaro" con v se
convirtió en una especie de sello de identidad del juguete, mostrando cómo
incluso una letra podía darle un toque distintivo y "atrevido" al
nombre, haciendo que sonara más épico y exótico que la forma correcta actual,
"jíbaro" con b, aunque hoy la RAE considera correcta esta última.
Con los años, al entrar en el mundo
del coleccionismo vintage y los recuerdos, esos juguetes se convirtieron en mi
obsesión. Pasaron muchos años y, aunque no fue fácil encontrarlos (ya que son
piezas muy buscadas, escasas y casi míticas), con paciencia y dedicación logré
hacerme con ellos. Recordar aquella noche me llena de la misma emoción que
sentí entonces: la magia de la infancia, la amistad y la promesa de aventuras
que solo los juguetes más especiales pueden ofrecer. Este artículo va por ti,
querido amigo Francisco. Un fuerte abrazo allí donde estés; seguro que será un
lugar bonito y lleno de luz.
No os contaré nada sobre esa mítica
y clásica metralleta "Pery - Cosmos", ya que la mayoría la
conoceréis. Pero si queréis saber más de ella, aquí os dejo un enlace que os
llevará a un post dedicado a esta fantástica arma espacial, escrito hace unos
años: "UN PEQUEÑO PASO PARA EL HOMBRE, PERO UN GRAN SALTO PARA LA HUMANIDAD".
En cuanto a las cerbatanas, ese tubo alargado que lanza dardos y que seguro habréis soplado, mmmm… también hice un artículo sobre los mencionados canutos, jejeje, y aquí os dejo el enlace: "CERBATANAS DE PETARDOS".
Lo que sí os contaré es una curiosa historia sobre los jíbaros y uno de sus reyes. Os preguntaréis qué tiene de curioso… pues que el hombre era galleguiño, jajaja. Y no es coña. ¡Vamos allá!
El famoso dicho español "allí
donde vayas, te encontrarás a un gallego" se cumplió a la perfección en
los años 20's. Los vecinos de Iquitos vieron llegar a un grupo de indios
wampis, uno de los pueblos que forman parte del conjunto conocido como jíbaros,
en canoas repletas de pescado. La sorpresa no fue el cargamento, sino descubrir
que quien los lideraba no era un indígena, sino un hombre blanco, alto, flaco,
con gafas… ¡era Alfonso Graña!
Aunque todos lo conocían como
Alfonso Graña, su verdadero nombre era Ildefonso Graña Cortizo. Nació en
Amiudal, Avión (Ourense), el 5 de marzo de 1878, y murió en 1934 en Datem del
Marañón, Perú, falleciendo en plena selva a los 56 años, con la veneración de
los indios jíbaros.
Conocido como Alfonso I de la
Amazonía, este gallego reinó durante 12 años en un territorio equivalente a la
mitad de España. Hasta en la Amazonía había gallegos, jajaja. Alfonso I de la
Amazonía fue rey de los jíbaros, los mismos que encogían cabezas hasta el
tamaño de un llavero, y, para colmo, dejó descendencia que continuó el legado.
¿Pero cómo llegó un gallego
analfabeto a ser rey de los temibles jíbaros? Alfonso emigró a Brasil en 1899
en busca de fortuna y acabó en Iquitos, Perú, trabajando en la recolección del
caucho. Cuando la crisis del caucho azotó la región, se adentró en la selva del
Alto Marañón, donde se enfrentó a los indígenas más temibles. La historia
cuenta que la hija del jefe de la tribu se encaprichó de él, lo que le salvó la
vida y le abrió las puertas de la tribu. Tras la muerte del jefe, Alfonso fue
coronado rey y comenzó a gobernar, enseñando a sus súbditos técnicas de
supervivencia, curtido de pieles, molinos de agua y extracción de sal,
combinando la tradición indígena con su ingenio gallego.
Durante sus años como monarca,
Alfonso Graña bajaba periódicamente a Iquitos para comerciar con productos de
la selva, acompañado de varios jíbaros. Los llevaba incluso al cine, les
cortaba el pelo, les curaba las úlceras y los paseaba en coche como a niños.
Además, guió expediciones científicas y comerciales, facilitando la exploración
del Amazonas y llegando incluso a rescatar un hidroavión estrellado y su
tripulante, por lo que el gobierno peruano reconoció oficialmente su autoridad
en la región.
Su reino abarcaba ríos, selvas y
tribus diversas, incluyendo a los guerreros jibaros: Shuar, Achuar, Awajún,
Aguarunas, Huambisas y Wampis… lo seguían como soberano indiscutible. Todos
compartían costumbres similares, incluida la famosa práctica de reducir
cabezas. Alfonso logró que estas tribus dejaran de guerrear entre sí al
intervenir en sus conflictos, ganándose su respeto, confianza y admiración,
todo gracias a su audacia, astucia y un toque de galleguismo que jamás falla.
Por eso, cuando se dice que Alfonso
Graña fue "Rey de los jíbaros", es que en realidad gobernó sobre
varias de estas tribus guerreras de largas cerbatanas y afilados dardos untados
con curare, un veneno extraído de plantas amazónicas que paralizaba a sus
enemigos o a sus presas.
Alfonso nunca volvió a Galicia y
murió en la selva, dejando un legado que aún perdura: su nieto, Kefren Graña,
lidera hoy la Federación Wampis del Río Santiago, protegiendo los recursos
naturales del territorio que Alfonso gobernó. Su casa natal en Amiudal, Avión
(Ourense) sigue en pie, con una placa que recuerda a quien fue "Rey de los
jíbaros".
Ahora seguro que entendéis mejor eso
de: "Allí donde vayas, te encontrarás a un gallego". Esa frase,
aunque solo sea un tópico como muchos otros, podría aplicarse al explorador
Alfonso Graña, el gallego que encontraron en la selva amazónica convertido en
nada menos que el rey de los jíbaros.
Y así, entre recuerdos y juguetes
como metralletas espaciales, cerbatanas y cabezas reducidas, comprendemos que
la infancia y la historia se cruzan de forma tan inesperada como la aventura de
un gallego perdido en la Amazonía que terminó convirtiéndose en leyenda.
Alfonso Graña, un hombre que comenzó como un joven humilde y se transformó en
héroe amazónico, nos recuerda que la vida está llena de sorpresas, y que a
veces los cuentos más increíbles y curiosos son… reales, y pueden superar de
largo la ficción.
Sé que más de un colega coleccionista pondría el grito en el cielo al verme desprecintar y abrir una caja que, quizá, llevaba más de 50 años cerrada. Me dirían que pierde valor, que es un sacrilegio... y quizá tengan razón. Pero yo soy de los que no puede dejar, en su colección, algo eternamente precintado. Necesito abrirlo, tocarlo, sentir lo que transmite.
Eso me ha sucedido con esta caja de la cerbatana de "IBER Sport", mmmm no pude resistirme jajajaja. La abrí, aspiré ese aroma del plástico recién liberado, "un olor que trae de vuelta aquellos años", toqué el juguete, jugué con él... No tiene precio sentir la verdadera magia de revivir esas emociones de los recuerdos.
Con todo mi respeto y mi cariño hacia mis colegas coleccionistas que no abren sus tesoros: no sabéis lo que os estáis perdiendo. Pero también entiendo que cada uno disfruta su afición a su manera, y esa diversidad es precisamente lo que enriquece este mundo de coleccionistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR TU COMENTARIO!
Tu comentario ha sido enviado con éxito, pero está pendiente de moderación. En breve lo revisaré y lo publicaré en el Blog. Saludotes. HAL