Aunque la rayuela solía ser vista como un juego más común entre las niñas, algunos niños también nos animábamos a jugarla sin pensarlo demasiado. ¿Por qué no? Era un juego que, más allá de las etiquetas, ofrecía diversión, y requería habilidades como la precisión y la agilidad, cualidades que no tenían por qué ser exclusivas de un género. Al final, lo importante era disfrutar del momento y de la emoción del juego.
Como veis, yo siempre he sido un poco rebelde y me gustan las cosas fuera de lo común. Aunque ya no soy un niño, en mi interior sigue viviendo un "Peter Pan", y en una de las imágenes de este post lo demuestro jajajajaja saltando y jugando a la rayuela. Es un juego simple, pero lleno de significado y alegría.
Este clásico juego infantil tiene una historia fascinante. La rayuela es conocida por muchos nombres según el lugar donde se practique: tejo, calderón, pita, tranco, guiso, infernáculo, charranca... Se dice que hay hasta 43 nombres diferentes dependiendo de la región. Es uno de los juegos más populares del mundo y, aunque es sencillo en apariencia, tiene una carga simbólica que lo hace muy especial.
El origen exacto de la rayuela es incierto, pero hay teorías que la conectan con juegos lineales de civilizaciones antiguas como las egeas, griegas y romanas. Una de las versiones más poéticas sugiere que un monje español inventó este juego como una representación de la vida, con sus dificultades, decisiones y finalmente la muerte. De hecho, el objetivo de alcanzar la casilla del "Cielo" (última casilla) refuerza esta interpretación espiritual.
Otra hipótesis fascinante está relacionada con La Divina Comedia de Dante Alighieri. Se cree que la rayuela simboliza el viaje del alma desde la Tierra hacia el Paraíso, atravesando diferentes mundos y evitando caer en el Infierno. En esta versión, el jugador es como una ficha que representa su alma, mientras que la piedra o tejo simboliza su carga. Saltar de casilla en casilla a la pata coja refleja la dificultad del viaje y la necesidad de equilibrio.
Lo que hace tan especial a la rayuela es su simplicidad. Solo se necesita una tiza y una piedra pequeña, llamada tejo en muchos lugares, para empezar a jugar mmmm y sobretodo ganas de pasárselo bien. El diagrama se dibuja en una superficie lisa: adoquines, asfalto o una parcela de tierra. Existen muchas variantes del diseño, pero todas comparten la esencia del juego. Las reglas también son sencillas y permiten que cualquiera pueda participar.
Preparación: El primer paso es dibujar el diagrama de la rayuela, numerando los casilleros. Tradicionalmente, se incluye una casilla final llamada "Cielo".
Comienzo: El jugador lanza su tejo (la piedra) al casillero número 1, procurando que caiga dentro del cuadrado sin tocar las rayas. Si falla, pierde el turno.
Recorrido: Avanza saltando a la pata coja de casillero en casillero, evitando las rayas y el casillero donde está el tejo. En los casilleros dobles, puede apoyar ambos pies (uno en cada cuadro). Al llegar al "Cielo", descansa y da la vuelta para regresar por el mismo camino.
Recogida del tejo: Al volver al casillero 1, el jugador recoge el tejo agachándose sin apoyar el otro pie. Luego lanza el tejo al siguiente casillero y repite el proceso.
Faltas: Si un jugador pisa una línea, pierde el equilibrio o lanza el tejo fuera del casillero correspondiente, pierde su turno. El primer jugador en completar todo el recorrido gana.
A lo largo de los siglos, la rayuela se ha adaptado a diferentes culturas y contextos. Algunas versiones incluyen casillas adicionales con nombres como "Infierno" o "Pozo", que representan peligros simbólicos en el camino hacia el Cielo. En otras, se usan canciones o rimas mientras se juega, agregando un elemento de ritmo y creatividad.
Como ya veis más allá del juego, su trazado y mecánica evocan el viaje de la vida. Cada casilla representa un paso, un reto o una elección, y el Cielo es el objetivo final: el éxito, la plenitud o la trascendencia. Esta interpretación ha contribuido a su popularidad y a su permanencia en la memoria colectiva.
Volviendo a mi historia personal, jugar a la rayuela me trae una sensación de nostalgia y alegría. Tiza en mano, una piedra pequeña para tirar y una imaginación desbordante: no hacía falta más. Saltar de casillero en casillero era un reto emocionante que exigía equilibrio y precisión. Recuerdo perfectamente el momento de agacharme para recoger el tejo sin apoyar el otro pie; era un ejercicio de concentración y destreza. Y cuando finalmente llegabas al "Cielo", no podías evitar sentir una pequeña victoria personal.
Como bien dice la teoría, tal vez el simbolismo de este juego explica por qué ha perdurado tanto tiempo. Cada salto, cada casilla, cada error nos recuerda el camino que recorremos en la vida. Pero también está el lado lúdico: el simple placer de jugar, de competir con amigos o incluso de jugar en solitario, dejando que nuestra imaginación vuele.
¿Y tú?
¿Jugaste a la rayuela en tu infancia? ¿Has enseñado este juego a tus pequeños alguna vez? Es una tradición hermosa que merece seguir viva, no solo por su sencillez, sino también por el legado que transmite.
Por mi parte, cada vez que me encuentro con una tiza y una superficie libre, siento la tentación de dibujar una rayuela y volver a saltar, aunque sea por unos minutos. Y sí, debo confesarlo, mmmm yo llegué al Cielo, jajajaja.
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