COPIAR O CORTAR Este primer código evita que copien los textos de tu página o blog Este segundo código evita que copien las imágenes y gif COPIAR O CORTAR YO TAMBIÉN LO TUVE! NOSTALGIA Y RECUERDOS DE LOS AÑOS 60 - 70 - 80 - 90's: ¿TE ACUERDAS DEL MIEDO QUE DABA IR AL COLEGIO DESPUÉS DE HABERTE CORTADO EL PELO?

sábado, 5 de octubre de 2024

¿TE ACUERDAS DEL MIEDO QUE DABA IR AL COLEGIO DESPUÉS DE HABERTE CORTADO EL PELO?

"EL QUE SE PELA SE ESTRENA" era como el rito de iniciación no oficial, pero ineludible, de todo colegio. Tú ibas todo feliz, estrenando corte de pelo, sintiéndote el más guapo del mundo, casi listo para protagonizar una campaña de champú... y lo primero que recibías al llegar eran collejas y capones a mansalva. O pescozones, que da igual el nombre, el resultado era el mismo: ¡PLAF! Adiós peinado y, de paso, un poco de dignidad. Te quedabas con cara de "TE JURO QUE TE MATO...", pero claro, era la tradición, y ¿quién eras tú para romperla?

Era como si tus compañeros tuvieran un radar que detectaba el más leve aroma a peluquería desde el horizonte. No importaba si te habías hecho el corte más moderno, estilo "me lo vi en el Súper Pop o en el Bravo", o si te habías quedado casi al ras cual soldado. La colleja venía sí o sí, puntual como las tareas que nunca entregabas. Siempre había un ninja experto en capones, el Jean Claude Van Damme de los capones en la nuca, que antes de que pisaras bien el patio ya te había dejado su firma personal: ¡ZAS! Un golpe que te hacía ver estrellas y dudar de tu existencia durante unos segundos.

Y luego venía la "revisión oficial" de tus colegas, como si fueran críticos de peluquería: "¡A ver, date la vuelta! mmmm... te han dejado un trasquilón aquí atrás, ¿eh?". Con la seriedad de un cirujano y la malicia de un demonio, por supuesto.

Pero la cosa no quedaba ahí. Sabías que tarde o temprano llegaría su turno. Ah, el dulce momento de la venganza. El día en que, con una sonrisa de pura maldad, te acercabas por detrás y... ¡PLAF! Colleja a traición. Era como si estuvieras restaurando el equilibrio del universo. Lo mejor era esa mezcla de risas nerviosas y gritos de dolor reprimido. Porque claro, el capón dolía, pero nos partíamos de risa. Bueno, unos más que otros. Especialmente los que repartían las collejas, más que los que las recibían, esos siempre reían más fuerte.

Y ahí estábamos, mientras las chicas nos miraban desde la distancia, con esa mezcla de vergüenza ajena y lástima, llamándonos brutos, cavernícolas, y de paso, pensando: "¿Cómo es posible que estos trogloditas vayan a ser nuestros compañeros de clase por lo menos hasta 8 de EGB?". Pero bueno, que nadie se engañe: al final, a todos nos hacía gracia. Porque si no te reías, ¿qué te quedaba? Bueno, sí, otro capón.

Hoy en día, esta tradición sería vista como una especie de acoso, bullying o vaya a saber qué otra etiqueta, con hashtags como #StopCapones o #CollejasNoSonHumor inundando las redes. Imagínate, vendría hasta una comisión de derechos infantiles para analizar la situación. ¡Collejas con su respectivo informe psicológico incluido! Y claro, no digo que fuera la mejor costumbre, pero oye, te hacía espabilar.

Eso sí, tengo la sensación de que ahora en los colegios ya no se ven tanto estas cosas, ¿no? A no ser que hablemos de una "collejita educativa", de esas que no matan neuronas... o bueno, solo te dejan sin un par de ideas, ¡nada grave! jejejeje

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