Mis estudios de EGB los cursé en la Escuela Parroquial Purísima Concepción de Barcelona. Aunque su nombre puede dar la impresión de que era un colegio sumamente religioso, en realidad era un centro educativo bastante normal. Las clases eran impartidas por profesores convencionales, sin sotanas ni hábitos. Sin embargo, es cierto que el colegio estaba vinculado a la Parroquia Purísima Concepción y que las clases de catequesis y religión las daban algunos sacerdotes, monjas y en ocasiones, misioneros que solían estar de paso y se quedaban unos días en la parroquia.
Supongo que los mencionados misioneros venían a controlar o a llevarse los donativos de la semana del Domund que los niños solíamos recaudar pidiendo, hucha en mano por las calles o a nuestros padres y vecinos. Muchos seréis los que recordaréis estas huchas que se utilizaron en España entre las décadas de 1950 y 1970 para recaudar fondos y ayudar al tercer mundo. El Domund se celebraba y se celebra en el penúltimo domingo de octubre, como es mañana domingo.
Cada vez que veo una de esas huchas de las que trata nuestro post de hoy, inevitablemente me vienen recuerdos de mi colegio. Recuerdo las clases, el teatro, los patios de recreo, el comedor (donde solía haber algunas de estas huchas a modo de decoración) y las tres monjas que nos daban clases de religión o supervisaban el comedor. También recuerdo a mis profesores y compañeros de clase, con quienes volví a conectar después de más de 30 años gracias a las redes sociales. Fue muy emotivo reunirnos de nuevo, incluso asistieron algunos de nuestros antiguos profesores a la reunión comida-cena que se celebró mmmm a pesar de que no era un estudiante ejemplar, me alegró mucho ver a todos después de tantos años, profesores incluidos.
Y hablando de comidas me viene a la cabeza un recuerdo de aquellos días mmmm como ya dije del servicio de comedor, solían encargarse de él íntegramente las tres monjas que vivían en el colegio, y debo admitir que eran bastante estrictas. Recibí más de un tirón de orejas o colleja por parte de esas hermanas, en algunas ocasiones merecidas y en otras no tanto. Por ejemplo, hubo un incidente en el que encontré algunos bichitos haciendo submarinismo en mi sopa, seguramente debido a la pasta que estaba picada. Levanté la mano y dije: "Hermana, esta sopa tiene hormigas". Su respuesta fue tajante: "Pues cómetela, que tiene más alimento". Esto fue seguido de una sonora colleja educativa, jejejeje. Afortunadamente, para mí, ese día no fue mi paladar el que lidio con la sopa gracias a Miguel, apodado "Miguel el Simbólico", o "Simbólic" para los amigos, por razones que se pueden imaginar.
Miguel tenía algunas dificultades intelectuales, por no decir que tenía fundidas algunas luces de su cabeza, pero aun así le teníamos mucho cariño y lo protegíamos. Aunque a veces, la supervivencia superaba ese cariño... Miguel siempre se alegraba de que no me gustaran algunos de los platos del menú, como el del postre de mermelada aguada que algunas veces nos servían, ya que significaba que repetiría más de un plato, entre ellos el mío y el de algún otro compañero de la mesa, además, le encantaba la sopa, lo cual es fácil de deducir quién se comía mi plato con aquellos cadáveres de bichitos flotantes y cocidos de la pasta picada. Ahora entiendo aquello de "cueces o enriqueces", jajajajaja.
Nunca llegué a recolectar dinero con una de esas huchas del Domund, pero puedo asegurarte que para los niños de nuestra época, abrir una de esas huchas y desviar alguna calderilla era una tentación que fácilmente se pasaba por la cabeza, al igual que ocurría con las latas de donación para el cáncer o la Cruz Roja. La picaresca española comienza desde temprana edad, como podrás imaginar. Estas huchas del Domund, que me parecían como cabezas reducidas de jíbaros, a menudo las veía en las mesas de los profesores, usadas como pisapapeles o decorando la parte superior de los armarios del comedor. También recuerdo que había una gran colección de ellas en una sala sobre el claustro de la iglesia, donde solíamos tener clases de catequesis.
Esto era bastante común en mi colegio, ya que la iglesia estaba muy involucrada en el movimiento misionero y en el Domund. Por tanto, tenía sentido ver esas huchas como decoración, aunque ya no se utilizaran. Quien me hubiera dicho a mí que hoy en día, estas huchas de porcelana serían tan apreciadas en el mercado del coleccionista y pueden alcanzar precios desorbitados de entre 100€ y 500€ o incluso más, según su estado de conservación... Ay, si lo hubiera sabido antes, fijo que hubieran desaparecido del colegio todas aquellas cabezas reducidas, jejejeje. Por cierto, es importante tener cuidado con las imitaciones de plástico o algunas de barro fabricadas en la actualidad, ojo si quieres hacerte con alguna.
Si te preguntas qué es el Domund, aquí tienes una breve explicación: El Domingo Mundial de las Misiones (Domund) es una colecta anual de la Iglesia Católica, en la que se recaudan fondos para la misión y ayuda a las misiones en todo el mundo. Las "huchas del Domund" son pequeñas alcancías o huchas donde las personas pueden donar dinero para esta causa. Estas huchas suelen distribuirse en iglesias, escuelas y otros lugares para fomentar la contribución a las misiones católicas.
Estas huchas aportan años y años de historia. Las más antiguas, de porcelana y representando las diferentes razas y continentes, corresponden a los años 50's. Después se hicieron de plástico. Estas últimas fabricadas en forma de jarra y bola del mundo, ya están entre los 70's y los años 80's aproximadamente (supongo que la de las cabezas las retiraron porque daban un poco de grima, jajajajaja).
Aparte de las huchas que mencioné, también existían los sobres que se repartían en muchos colegios para que los padres, vecinos y demás familia de los alumnos depositaran sus donativos en el interior, aunque estoy seguro de que la mayoría de los sobres no siempre llegaban con la totalidad de los donativos, eso ya eran otros cantares. Solo digo que en la semana del Domund, la sala de recreativos que estaba al lado del colegio (los futbolines o billares, como solíamos llamarlos) estaba mucho más llena de lo habitual. ¿No te parece sospechoso...?
Y ya como recompensa, cuando llegabas a clase con un buen donativo en sobre o en hucha, solían felicitarte delante de los compañeros y hacerte un regalito, bien podía ser un banderín, una banda de tela, una chapita o pin, algún adhesivo o incluso algún carnet de socio como este que me dieron a mí y que os muestro en las últimas dos fotos... Ufffff anda que no ha llovido, el carnet es del año 1977 mmmm supongo que mi madre metería un buen donativo dentro del sobre que llevé a la escuela para que me dieran ese carnet.
Nunca llegue a tener ninguna huchas de esta de las razas como yo las llamo, y eso que me molaban mucho, pero a mi edad de chaval ya estaban en poco uso, si he tenido el típico sobre para pedir a familiares y vecinos, bueno y no te cuento el pequeño agujero que tenia el sobre, algún durito se perdió, eso si! sin querer...
ResponderEliminarCreo que eso de los duritos que se perdían por el camino nos pasó a más de uno jajajajaja
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