Estos días,
para muchos, son días de vuelta a la rutina. Se terminaron las vacaciones y
también ha comenzado la vuelta al colegio y, como suele ser habitual, algunos
niños llegan estrenando algo nuevo, ya sea mochilas con superpoderes (o al
menos así lo creen ellos), lápices que parecen sacados de una película de
ciencia ficción o, en muchos casos, ¡gafas nuevas! Sí, sí, es algo bastante
común tras las vacaciones de verano o Navidad.
En las
mencionadas fechas vacacionales es cuando muchos padres aprovechan para
realizar revisiones oftalmológicas y detectar posibles problemas de visión en
sus hijos que hasta ese momento parecían pasar desapercibidos, como si los
libros estuvieran hechos de niebla o las pizarras fueran misteriosos
jeroglíficos lejanos.
Durante el
descanso escolar, es frecuente que los niños pasen más tiempo frente a
pantallas o expuestos a factores que puedan afectar su vista, lo que en algunos
casos lleva a la necesidad de utilizar gafas. Así, el regreso a las clases no
solo marca el momento de volver a las aulas, sino también, para algunos, es el
momento de incorporar nuevos hábitos en sus vidas. Como aprender a no sentarse
encima de las gafas nuevas o no dejarlas olvidadas en la cartera junto al
Donuts que, misteriosamente, decidió vivir allí durante días, jejejejeje.
Esto es
exactamente lo que le ocurrió a Antonio Álamo, un amigo de la escuela. Antonio
llegó el primer día de clase después de unas vacaciones de verano de finales de
los 70's y traía algo más que su moco caído y su eterna sonrisa traviesa:
¡Antonio estrenaba gafas! Claro, nosotros le echamos un vistazo rápido y
seguimos con lo nuestro. Las gafas de Antonio no eran exactamente el centro de
atención, pero había algo que sí captó todo nuestro interés: un llavero en
forma de gafas que colgaba de su cartera escolar. ¡Aquello sí que era algo
digno de admirar! "Álamo, ¿de dónde lo sacaste?", le preguntamos en
coro, con la curiosidad de un equipo de detectives en miniatura, y nunca mejor
dicho, jejejeje.
Antonio, con
la misma calma de alguien que acaba de descubrir el truco para ser el niño más
popular del patio, nos contó que el llavero se lo regalaron en la óptica, justo
al lado de nuestro colegio. Pero, claro, lo que el buen Antoñito no nos dijo es
que se lo dieron porque se hizo unas gafas nuevas en aquella óptica. No
tardamos ni dos minutos en imaginar lo que había que hacer: al salir de clase,
¡todos en fila hacia la óptica! El pobre dependiente, que seguramente no
esperaba ver una avalancha de pequeños y posibles futuros clientes ansiosos por
un llavero en forma de gafas, tuvo que enfrentarse a un escenario caótico.
Ahí
estábamos, toda la pandilla, esperando pacientemente (o bueno, lo más
pacientemente que puede ser un niño de 9 o 10 años) para pedirle uno de esos
llaveros tan codiciados. La primera tanda de valientes consiguió algunos, pero
no sin antes prometer, eso sí, con los dedos cruzados detrás de la espalda, que
le diríamos a nuestros padres que queríamos hacernos una revisión de la vista
en su óptica. Sabíamos que aquella promesa era más falsa que el beso de Judas,
pero ¿qué más daba? Lo importante era el llavero, jejejeje.
Yo,
personalmente, no fui de los afortunados que consiguieron uno, ya que se
terminaron las existencias. Volví a casa con las manos vacías, pero con una nueva
misión en la vida: algún día tendría ese llavero. Y, aunque me llevó varios
años, lo conseguí. Hoy en día, guardo con cariño una colección de llaveros en
"EL BAÚL DE HAL" (ya sé que suena más épico de lo que es, pero déjame
con mis ilusiones, jajajaja), entre ellos, alguno como el que tenía Antonio
Álamo (los de la segunda foto) o parecidos. ¿Quién diría que algo tan simple como un llavero podría
despertar una nostalgia tan grande?
Hablando de
nostalgia, es una lástima que ya no se regalen estos artículos promocionales
como antes. En las décadas de los 70's y 80's, muchas ópticas y otros comercios
solían regalar pequeños objetos como parte de su estrategia de marketing. Y,
sin duda, uno de los más recordados eran los llaveros en forma de gafas en
miniatura. General Óptica, junto con otras ópticas, utilizaba estos productos
como parte de su campaña para atraer clientes. ¿Y qué mejor manera de recordar
a una tienda que con un llavero que llevabas a todas partes? Vamos, el
"branding" de bolsillo.
Estos
llaveros no solo eran un simple obsequio; eran casi una pieza de arte (o al
menos así los recordamos). A menudo representaban las gafas más icónicas de la
época y algunos hasta tenían lentes de vidrio o plástico, lo que los hacía
parecer gafas de verdad, pero en versión miniatura. Para muchos, se
convirtieron en un objeto de colección, algo que mostrabas con orgullo y que
llevaba consigo toda una historia. ¿Por qué? Porque no era solo un llavero, era
una excusa para contar cómo habías llegado a conseguirlo. A veces, era más
difícil conseguir un buen llavero que sacar un sobresaliente en matemáticas,
jejejeje.
El uso de
estos pequeños detalles no era solo una estrategia comercial; creaban un
vínculo emocional con los clientes. Y no es para menos: cada vez que mirabas tu
llavero, recordabas aquel día en la óptica, al dependiente que te sonreía
mientras te lo entregaba (aunque en realidad ya estaba cansado de niños
pidiendo lo mismo) y esa falsa promesa que hiciste sobre la revisión de la
vista, si es que ese fue tu caso. Hoy en día, esos llaveros se consideran
objetos de nostalgia, pequeños recuerdos de una época en la que las ópticas
eran más que un lugar al que ibas por necesidad, sino también un sitio donde
salías con un pequeño trozo de felicidad colgando de tus llaves o de una
trabilla del pantalón.
En definitiva, los llaveros de gafas en miniatura fueron algo más que una estrategia de marketing; formaron parte de una infancia llena de aventuras, promesas no cumplidas y pequeños objetos que, sin darnos cuenta, marcaron una época. Porque, al final, no eran solo llaveros. Eran un símbolo de aquellos días en los que lo más importante no era si veías bien o mal, sino si tenías el accesorio más chulo del recreo. Y si no, que se lo pregunten a Antonio Álamo (por cierto, apodado Spider-Moco, por aquello de la vela caída) y su legendario llavero.
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