Las navajas bandoleras antiguas son una pasión para muchos coleccionistas de armas blancas. En todos los foros y reuniones de coleccionistas abundan los testimonios de que la gran mayoría se apasionaron en las colecciones de estas armas cuando siendo niños, como fue mi caso, vieron los capítulos de la famosa serie de televisión española "Curro Jiménez". De esa serie surgió mi gusto y pasión por toda clase de armas blancas como cuchillos militares, de supervivencia, de monte, de lanzar, de buceo y de otros muchos modelos, sin olvidarnos de alguna espada y un bonito y majestuoso juego de katanas que actualmente están coronando un estante del mueble del comedor junto a un par de facas bandoleras de más de medio metro con su carismático y brutal sonido de carraca...
Ese sonido que surge a medida que vas abriendo la navaja, ese sonido que se escucha "CLIC, CLIC, CLIC, CLIC", un clic que pone como escarpias los pelillos del más pintado y espanta al más valiente. El "clic" de las navajas de carraca, también mal conocidas por "navaja de muelles" - digo mal conocidas, ya que de muelles pueden tener uno o ninguno, pero eso otro día lo explicaré más detenidamente, jejejeje.
A decir verdad, creo que la parte que más me gustaba de mi colección era la de las navajas, una treintena de bardeos de diferentes modelos y medidas. Puede que algún día me anime y os hable de esa colección o de algún modelo en especial, para poder compararlos con los de plástico que ya subí, subo y subiré. Ya os dije en el primer post de estos juguetes que esa colección, la auténtica, la de verdad, hace ya muchos años que está bien guardada y duerme bajo llave. Más adelante os dejaré el link del primer artículo donde cuento lo que os digo y enseño esos otros modelos de mi colección, los de juguete, los de "EL BAÚL DE HAL".
Hoy, de las navajas que quiero hablaros y enseñaros en este tercer post de "las navajas bandoleras de kiosco", son las que recuerdo como mejor acabadas, más realistas, más auténticas en forma y color, incluso por su mecanismo interior formado por un pequeño engranaje dentado que hacía un sutil "clic, clic, clic" cuando abrías la faca. Algo muy original, una copia muy bien trabajada, una copia de lujo que llevaba grabado en una de las cachas el dibujo de un trabuco y en la otra tenía grabado el nombre de Curro. Según mis recuerdos, aquellas traperas bandoleras que se fabricaron en los 70's y 80's y que se vendieron en los kioscos fueron tres modelos: clásicas navajas inspiradas en las de Curro Jiménez y su banda.
Para mí, estas que os enseño hoy fueron las más auténticas por su acabado tan detallista, aunque posiblemente también fueron las que menos se conocieron o vendieron, ya que su precio en comparación con las otras dos que ya os enseñé en pasados post, era mucho más elevado y nuestros padres preferían comprarnos las coloridas de la casa "DOMINGO" o las gigantes de la casa "FAL". Si clicáis en las marcas mencionadas, os llevarán a los post correspondientes de sus navajas.
Ah, como recuerdo aquellos días dorados de la infancia, cuando nuestras mayores preocupaciones eran las tareas escolares y decidir cuál juguete llevaríamos al parque o al recreo. Entre los muchos juguetes de nuestra niñez, un lugar especial lo ocupan las espadas, puñales y muy especialmente las navajas de plástico que comprábamos en aquellos kioscos y jugueterías de los 70's y 80's. Para los niños de entonces, esas coloridas armas representaban una mezcla de emoción, aventura y un toque de peligro simulado. Había algo fascinante en coleccionar diferentes tipos de navajas de plástico, intercambiarlas con amigos, etc.
A simple vista, estas navajas no eran más que piezas de plástico coloreadas y vendidas por unas pocas pesetillas como simples juguetillos de kiosco. Sin embargo, para nosotros, eran mucho más que unas simples baratijas. Eran el pasaporte a un mundo de imaginarias aventuras. Su compra se convertía en un ritual: caminar hasta el kiosco con los ahorros de la semana, elegir la más vistosa entre una buena gama multicolor y de formas, comprar la que más nos gustara y finalmente, guardarla en el bolsillo con la misma seriedad que un espía guarda sus documentos secretos.
Nos hacía sentir que teníamos en nuestras manos una auténtica herramienta de poder. Estos juguetes de plástico no solo eran populares, sino que también eran accesibles. Cada uno con su navaja de plástico en mano, ya fuera grande, pequeña, o de color, abriéndolas y cerrándolas y comparándolas con las navajas reales, cada una tenía su papel en nuestras epopeyas infantiles. Algunos niños incluso llegamos a ponerles nombres, aquí algún ejemplo: "¡Como saque a mi Manuela te vas a enterar!" "¡No te pases que ya estoy acariciando a mi Petra y rápido se empalma!" jajajaja. Y no sigo que si no esté post sería muy largo, pero se escuchaba cada barbaridad, terrible. Qué buena imaginación teníamos y no solamente con los juegos, también teníamos muy buenas salidas, muy buenas contestaciones.
No puedo evitar una sonrisa al recordar todas aquellas aventuras en el patio del colegio con aquellas navajas, versiones en plástico de las armas de nuestros Robin Hood patrios de Sierra Morena, jejejeje. Es curioso pensar en cómo esos simples juguetes pudieron dejar una marca tan profunda en nuestras memorias. Nos enseñaron sobre el valor de la imaginación, la camaradería y, en cierta forma, sobre la responsabilidad. Porque, aunque eran de plástico, las navajas simbolizaban algo más grande: la capacidad de soñar y de ver el mundo con ojos de aventura.
Fueron más que simples juguetes. Eran símbolos de una era en la que la diversión no dependía de la tecnología, sino de la capacidad de imaginar y de crear historias épicas con los objetos más sencillos. Nos recordaban que, a veces, la mayor aventura está en nuestra mente y que un simple juguete puede ser la llave a un mundo de fantasía sin fin. Así que, la próxima vez que veas una navaja de plástico en alguna tienda de recuerdos, no la ignores. Tómate un momento para sonreír y recordar esos días en los que un pequeño "clic" era todo lo que necesitábamos para sentirnos invencibles, imaginar y crear historias épicas con los objetos más sencillos. Recuerda, a veces, la mayor aventura está en nuestra mente y que un simple juguete puede ser la llave a un mundo de fantasía sin fin.
Alucinante, con sistema de carraca y todo, para dar más miedo. Que bueno!
ResponderEliminarClac, clac, clac... mmmm, estos pequeños detalles son los que le daban realismo a nuestros juguetes. Y eso, más nuestra imaginación, hacía que la aventura estuviera asegurada. jajajajaja
EliminarOSTRAS!!! Me encantaban. Fuí una niña muy afortunada, porque en aquella época era hija única y aun así pude jugar tanto con juguetes de chica como de chicos. Aunque no tena hermanos, este tipo de juguetes estuvo a mi alcance gracias a la mentalidad de mis padres, que nunca me limitaron por género. He de decirte que mi afición a las navajas ya de mayor, partió justo de este juguete. Me he emocionado mucho con el post.
ResponderEliminarsaludos.
Mento, me alegra muchísimo que te haya gustado el post. Al igual que tú, mi afición por las armas blancas también comenzó con esos juguetitos derivados de la serie Curro Jiménez. Gracias a ellos, como mencioné en el post, con los años logré reunir una buena colección, aunque estas ya son de verdad. ¡Jejejeje!
EliminarEs curioso lo que mencionas sobre tus padres. Es algo realmente inusual pero muy bonito, especialmente en una época en la que el rosa era para las niñas y el azul para los niños, la pelota para él y la muñeca para ella. Mi aplauso para tus padres por no conformarse con lo que dictaba la sociedad en blanco y negro de aquel tiempo.