Siiiiiiiiiiii ya llegó la primavera y para celebrarlo saco de mi baúl estas publicidades muy para esta estación y también esta hucha que no necesita presentación. Seguro que cuando la veas sabrás qué
casa es, o mejor dicho, qué caserío es, ¿verdad? Esta es una de esas alcancías
que bien puedo gritar a los cuatro vientos eso de ¡DE ESTA HUCHA ME FIOoooOooo!
Para guardar algunas pesetillas jejejeje.
Que yo recuerde, posiblemente esta fue una de las últimas promociones en
las que regalaban una de estas bonitas y entrañables casas. Allá por los 70's
se hicieron promociones de estos caseríos en porcelana a modo de decoración, a
mediados de los 90's la promoción fue de una maqueta tipo "Tente o
Lego" con algunas vaquitas pastando en su verde prado y esta que os enseño
es el modelo alcancía - hucha, promoción de finales de los 90's.
"De El Caserío me fío" Ese es el eslogan original de la marca
con su casita, emblema de los productos y derivados lácteos como los quesitos
en porciones que tanto nos gustaban, queso en lonchas, etc.
Esta es una marca de esas entrañables de verdad que ha cambiado poco
desde sus orígenes en los años 30's y que creo que se merece un pequeño
homenaje recordando o mejor dicho explicando un poco de su historia, ya que en
aquellos años 30's, seguro que nosotros aún no estábamos ni en proyecto de
nacimiento jejejejeje, pero si los recordaremos de aquellos años de nuestra
infancia, como bien pueden ser los de aquellas décadas maravillosas que tocamos
en nuestro blog, aquellos felices 60's 70's 80's 90's.
Vamos allá...
Aunque al hablar de queso y pensar en un caserío, muchos identificaran la
marca con algún lugar del norte, fijándose un poco mejor en la etiqueta
original, la localización quedaba clara "Mahón" de allí salió "El
Caserío". Con aquel legado que dejó huella en nuestra infancia.
En el vasto mundo de los productos lácteos, pocos nombres evocan tantos
recuerdos de infancia como El Caserío. Sus porciones de queso fundido,
envueltas individualmente en láminas de aluminio, se convirtieron en un
elemento básico en los hogares españoles durante décadas. Pero, ¿cuál es la
historia detrás de este icónico producto? ¿Cómo llegó a convertirse en un pilar
de la industria láctea en España y dejar una huella indeleble en la memoria de
tantos?
Para entender la historia de El Caserío, debemos remontarnos a las
raíces de la empresa y a la visión de su fundador, Pedro Montañés de
Villalonga. Nacido en Menorca en 1907, Montañés provenía de una familia
dedicada a la ganadería y la agricultura. Su hogar, ubicado en la finca
agrícola de Subaida, era conocido por la producción de leche de vaca frisona de
alta calidad y por la elaboración artesanal de queso Mahón, una tradición
arraigada en la isla desde hace siglos.
La idea de convertir el queso Mahón en porciones de queso fundido surgió
en la mente emprendedora de Montañés. Inspirado por el éxito del queso fundido
en Francia, donde había observado su popularidad durante un viaje a Toulouse,
Montañés vio el potencial de innovación en su propia isla. Convencido de que el
queso Mahón poseía las cualidades perfectas para ser transformado en un
producto fundido y de fácil consumo, Montañés se propuso llevar a cabo su
visión.
En 1929, Montañés viajó a Francia y luego a Suiza para estudiar de cerca
el proceso de fabricación del queso fundido. Aprendió las técnicas y adquirió
los conocimientos necesarios para crear su propia versión de este producto
revolucionario. De regreso en Menorca, se asoció con empresarios locales, Massanés
y Mir, y fundó la Industrial Quesera Menorquina en 1930.
Armado con la maquinaria adecuada, importada de Suiza, y con el
conocimiento adquirido en el extranjero, Montañés lanzó las primeras porciones
de queso El Caserío en 1931. Estas porciones, elaboradas con queso Mahón de la
más alta calidad, se convirtieron rápidamente en un éxito entre los
consumidores españoles. Su textura cremosa y su sabor suave los hicieron
irresistibles, mientras que su formato individualmente envuelto en láminas de
aluminio los convirtió en el acompañamiento perfecto para meriendas y
tentempiés.
El Caserío no tardó en convertirse en un elemento básico en los hogares
españoles, desafiando incluso a marcas internacionales como "La Vache Qui
Rit" (La vaca que ríe). Su diseño de caja sencillo, pero reconocible, y su
campaña publicitaria memorable contribuyeron a su popularidad duradera. El
eslogan "De El Caserío me fío" se grabó en la mente de los
consumidores españoles, convirtiéndose en una garantía de calidad y confianza.
Durante décadas, El Caserío disfrutó de un dominio indiscutible en el
mercado español. Sus porciones de queso fundido se convirtieron en un elemento
básico en las meriendas escolares y en los almuerzos familiares, mientras que
su presencia en los supermercados de todo el país era prácticamente
omnipresente. Sin embargo, a pesar de su éxito, la empresa enfrentó desafíos en
los años venideros.
En 1992, El Caserío fue adquirido por la multinacional Kraft Foods (hoy
Mondelez, actual propietaria de la marca), marcando el comienzo de un nuevo
capítulo en su historia. Aunque inicialmente se prometió que la producción se
mantendría en Menorca, en 2008 Kraft Foods cerró las instalaciones en la isla y
trasladó la producción a Bélgica, dejando un vacío en la economía local y en
los corazones de muchos consumidores españoles.
A pesar de los cambios en la propiedad y la producción, el legado de El
Caserío perdura. Aunque ya no se produzca en Menorca, sigue siendo un elemento
familiar en los supermercados españoles, recordándonos una época en la que el
queso fundido en porciones era sinónimo de meriendas felices y momentos
compartidos en familia.
En conclusión, El Caserío no solo fue un producto alimenticio, sino
también un símbolo de una época. Su historia nos recuerda la importancia de la
innovación y el emprendimiento, así como la conexión profunda entre la
tradición y la modernidad en la industria alimentaria. A través del ingenio y
la visión de Pedro Montañés de Villalonga, El Caserío no solo transformó el
queso Mahón en un producto versátil y conveniente, sino que también dejó una
marca indeleble en la cultura culinaria española.
Además de su impacto en el mercado nacional, El Caserío también
contribuyó al reconocimiento internacional de los productos lácteos españoles.
Su éxito demostró que España no solo era famosa por su jamón serrano y su
aceite de oliva, sino que también podía competir en el mercado global de
productos lácteos con un producto único y de alta calidad.
El Caserío también desempeñó un papel importante en la economía de
Menorca, proporcionando empleo y oportunidades comerciales en la isla durante
décadas. La finca agrícola de Subaida, donde se inició la empresa, se convirtió
en un símbolo de orgullo local y en un destino turístico popular, atrayendo a
visitantes interesados en conocer la historia detrás de uno de los productos
más queridos de España.
Aunque la producción de El Caserío ya no se realiza en Menorca, el
espíritu de innovación y calidad que lo caracterizaba sigue vivo en la isla y
en toda España. Las empresas locales continúan elaborando queso Mahón de alta
calidad, manteniendo viva una tradición que se remonta a siglos atrás. Además,
la popularidad de El Caserío ha inspirado a una nueva generación de
emprendedores a buscar nuevas formas de reinventar los productos lácteos
tradicionales y llevarlos al mercado global.
En resumen, El Caserío es mucho más que un simple producto lácteo, es un
símbolo de la innovación, la calidad y la tradición culinaria española. Su
historia nos recuerda que detrás de cada producto hay personas apasionadas y
visionarias que trabajan incansablemente para llevar lo mejor de su tierra al
mundo. Y aunque los tiempos y las circunstancias puedan cambiar, el legado de
El Caserío perdurará como un testimonio eterno de la creatividad y el espíritu
emprendedor del pueblo español.
En cada porción de queso fundido El Caserío, se encuentra no solo el sabor del queso Mahón, sino también el sabor de la historia y la pasión de una familia y una comunidad que hicieron posible este pequeño gran legado culinario. Por eso, cada vez que abrimos una caja de El Caserío, estamos no solo disfrutando de un delicioso bocado, sino también honrando una tradición que ha alimentado a generaciones y seguirá haciéndolo por muchas más. Aunque el mundo del queso continúa evolucionando, El Caserío seguirá siendo parte de nuestra memoria colectiva como un recordatorio de tiempos más simples y sabores inolvidables.
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