Hubo un tiempo en que un simple hueso de albaricoque, o como lo llamábamos muchos, un "güito" bastaba para tener entretenido a cualquier niño durante unas horas o incluso días, dependiendo de las ganas que le ponía a la fabricación de su juguete, mmmm… lo malo llegaba cuando estaba terminado… uffff, pitidos ensordecedores. Jajajajaja.
No necesitábamos juguetes caros. Solo un bordillo o una pared rugosa, saliva y mucha paciencia. Así comenzaba el ritual de convertir ese pequeño hueso en un pito que chillaba como un condenado.
Me enseñó mi padre, aunque seguro que después se arrepintió, jejejeje. Raspábamos el hueso contra un bordillo, una pared áspera o el canto de un peldaño. Lo mojábamos con saliva y dale que dale, frotando hasta lograr perforarlo por desgaste. El objetivo era simple: hacer un agujero y, una vez hecho, con alguna punta o clavo, sacar la almendra del interior. Tenía que quedar completamente vacío. El proceso era casi un arte.
Sí, nos dejábamos los dedos y las uñas rascando. Me pelaba las yemas de tanto insistir. Pero ahí estaba la magia: en ese esfuerzo, en esa espera, en ese silbido que rompía el aire y te hacía sentir que habías creado un juguete con tus propias manos. El sonido que salía al soplar ese pito era una victoria en aquellas largas tardes de verano, llenas de polvo y risas.
Ahora, con una Dremel o una pequeña radial, basta un instante para hacer el agujero. Pero es que antes no era solo construir un silbato: era un desafío, una lección de paciencia y una ceremonia compartida entre amigotes.
En cada barrio, en cada calle, alguien sabía hacerlo. Recuerdo que, en el comedor del colegio, cuando nos daban albaricoques de postre, nos íbamos directos a la pared rugosa del patio a rascar los huesos, y con la punta del compás limpiábamos la semilla del interior. Era una tradición oral, sencilla y universal, que pasaba de generación en generación.
El güito, además de nombre simpático, venía con variantes o gustos en el orificio. Algunos hacían el agujero en un lateral, otros en la panza del hueso. Algunos lo rascaban en seco, otros lo mojaban primero. Pero todos coincidíamos en lo mismo: nos mantenía entretenidos durante horas. Y el pitido que salía de aquello… ¡era glorioso!
Por cierto, por si te preguntaste el porqué del nombre de güito: la palabra "güito" es una forma popular y afectuosa de referirse al hueso del albaricoque. Proviene de una deformación fonética de "huesito", muy común en zonas rurales, donde "hueso" pasa a decirse "güeso", y "huesito" se transforma en "güito". Este fenómeno también ocurre con otras palabras, como "huevo", que en muchas hablas populares se convierte en "güevo".
Hacer pitos o silbatos con güitos era una costumbre extendida en muchas zonas rurales, donde se aprovechaban materiales naturales y cotidianos para crear juegos e instrumentos simples. Esta práctica formaba parte de una imaginación ingeniosa que sustituía a los juguetes industriales.
Estos pequeños instrumentos son símbolos de creatividad, sostenibilidad y conexión con la naturaleza, y forman parte de una tradición que ha perdurado en diversas culturas a lo largo del tiempo.
Hoy, que todo es inmediato y digital, cuesta imaginar lo que era pasarse media tarde raspando un hueso solo para hacer un silbato. Pero quienes lo vivimos sabemos que no se trataba solo del pito. Era la compañía, la calle, la imaginación, el tiempo sin prisa. Era infancia en estado puro.
Algunos padres nostálgicos han recuperado esa tradición para sus hijos, porque esos pequeños gestos siguen teniendo mucho valor. Porque un güito puede seguir silbando, si se lo permitimos.
Así que, si alguna vez hiciste un pito con el hueso de un albaricoque, este post es para ti. Para los que sabían rascarlo con paciencia, soplar con fuerza y sonreír con orgullo. Para quienes aún llevan en la memoria el eco agudo de un silbato hecho con saliva, paciencia… y mucha infancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR TU COMENTARIO!
Tu comentario ha sido enviado con éxito, pero está pendiente de moderación. En breve lo revisaré y lo publicaré en el Blog. Saludotes. HAL