Ah, los años 80's, qué época tan mágica y peculiar. No sé si te pasaba lo mismo, pero para mí, una de las diversiones más simples y, a la vez, más hipnotizantes era pasar la mano por el sofá del salón. No era un sofá cualquiera, claro, sino ese que estaba forrado con lo que parecía ser el material más sofisticado de la época: una especie de terciopelo sintético o algo que mis padres llamaban "piel de melocotón" mmmm creo recordar que incluso sacaron pantalones con aquel tipo de tela. Pero la verdadera magia estaba en el efecto direccional de la tela: debido a su estructura suave de alta densidad, la tonalidad podía verse modificada con tan solo pasar la mano en distintas direcciones y ángulos. Cada vez que lo hacía, las fibras se "aplastaban" o se "levantaban", creando un espectáculo visual que convertía un simple sofá en un lienzo interactivo.
Recuerdo cómo solía sentarme en aquel sofá para ver la tele,
o en sus reposabrazos, simplemente para jugar con el "efecto de cambio de
color". Dibujaba líneas, cuadrados y hasta intentaba escribir mi nombre y
apellidos, aunque la "O" nunca me salía bien porque, al intentar
cerrar el círculo, arruinaba la parte inicial. ¡Era frustrante y divertido al
mismo tiempo! A veces mi madre me encontraba tan concentrado en esa tarea que
se reía y decía: "Deja de maltratar el sofá, que lo vas a desgastar."
Pero, para mí, aquel "sofá mágico" era mucho más que un mueble: era
una herramienta de entretenimiento casera que no necesitaba baterías ni
enchufes, perfecta para esos días en los que la tecnología punta era un
televisor de tubo y dos canales de programación.
Y no sé por qué, pero ese simple acto de pasar la mano por
la tela tenía algo casi terapéutico. Había algo profundamente satisfactorio en
ver cómo la dirección del "pelo" de la tela se alteraba con el roce,
como si me estuviera respondiendo, como si el sofá y yo compartiéramos un
pequeño secreto que nadie más entendía. Por supuesto, también estaba el desafío
de dejarlo "todo del mismo color" antes de que alguien lo notara,
porque mi hermano mayor siempre me acusaba de ser el culpable de las marcas en
el tapizado, mmmm, y la verdad es que, el 99,9% de las veces, el soplón acusica
de mi hermano tenía razón. Cualquier cosa rara que pasara en casa, yo tenía
todos los números para ser el ganador, o mejor dicho, el culpable, jajajajaja.
Hoy en día, cuando veo un sofá parecido, aunque ahora los llaman "microfibra" y dicen que son más resistentes, no puedo evitar sonreír. Me detengo, paso la mano como lo hacía de niño y, por un momento, regreso a aquel salón de los 80's, con su alfombra peluda y las cortinas de estampados vibrantes, donde los problemas eran más simples y la diversión podía encontrarse en un simple juego de luces, texturas y la magia de un sofá que cambiaba de color al acariciarlo con tu mano.
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