COPIAR O CORTAR Este primer código evita que copien los textos de tu página o blog Este segundo código evita que copien las imágenes y gif COPIAR O CORTAR Yo también lo tuve! Nostalgia y Recuerdos de los años 60 - 70 - 80 - 90's: IN MEMORIAM ASTRID FENOLLAR, CANTANTE E INTEGRANTE DEL GRUPO REGALIZ

sábado, 19 de julio de 2025

IN MEMORIAM ASTRID FENOLLAR, CANTANTE E INTEGRANTE DEL GRUPO REGALIZ

A principios de esta semana, el lunes para ser exactos, leí una noticia que me entristeció profundamente: Fallece a los 55 años Astrid Fenollar, integrante del grupo musical infantil "Regaliz". (Quiero aprovechar para hacer llegar mi más sentido pésame a su familia)

No me afectó por ser fan del grupo. Para ser sincero, los grupos infantiles no eran lo mío, y eso que más o menos éramos de las mismas edades, pero yo estaba más influenciado por las músicas que escuchaban mis hermanos mayores. Y eso que, en mi época, abundaban los grupos infantiles. Teníamos a Parchís, a Enrique y Ana, a Botones, a Regaliz... pero yo no era muy de seguir ese tipo de música. Sin embargo, esta noticia me tocó por otro lado, por recuerdos más personales. Porque a Astrid, en cierto modo, la conocí antes de que fuera Astrid, la del grupo musical "Regaliz".

Verás, éramos vecinos en Barcelona. Yo vivía en la calle Gerona con Rosellón, y ella justo al revés: Rosellón con Gerona. El destino ya nos cruzaba solo con cambiar el orden de las esquinas. En más de una ocasión coincidimos por el barrio, o incluso dentro de su edificio. ¿La razón? Íbamos, mi hermano y yo, a visitar a una amiga llamada Jaimina, que vivía allí y cuya familia eran porteros del inmueble.

Y aquí viene una anécdota que nunca olvidaré. Aunque no lo cuento en el artículo donde sale nuestra amiga Jaimina, y que te lo dejo enlazado "AQUÍ" por si quieres echarte unas risas, Jaimina tenía una "cruz" en su vida: el dálmata de Astrid. Un perro precioso, sí, pero algo "guárrete" con el tema de los esfínteres. Según Jaimina, el can le tenía manía y una extraña fijación por dejarle "regalitos" justo en la entrada del edificio. Y claro, ella salía, fregona en mano, bufando como un toro de Miura en San Fermín. ¡Qué cabreos pillaba nuestra amiga Jaimina! A nosotros, por supuesto, nos daban ataques de risa cada vez que la oíamos soltar alguna maldición por culpa del perro. Entre gruñidos y bromas, esas escenas se nos quedaron grabadas.

Astrid y yo no pasamos de cruzarnos miradas, quizás un tímido "hola" o "adiós" y poco más (qué le íbamos a hacer, los dos éramos Libra y, en ciertos aspectos, decían que tendíamos a ser algo tímidos). Pero en aquellos años, cuando eres niño o adolescente, esos pequeños encuentros con alguien del barrio ya tenían su magia, y más aún si la chica en cuestión te hacía tilín.

Y resulta que no solo compartíamos acera, colmado o barrio; también compartíamos entorno escolar. Nuestros colegios eran vecinos. El mío era la Escuela Parroquial Purísima Concepción (mixto), en la calle Aragón con Lauria. El suyo estaba a una calle de distancia, en Bruc con Aragón, y se llamaba, si la memoria no me falla, Escuela Purísima Concepción (casi el mismo nombre, por no decir igual), este que menciono exclusivamente para niñas. Los dos colegios tenían los mismos propietarios, y estaban tan cerca que, si lanzabas un balón desde uno, igual acababa en el patio del otro (aunque luego viniera el castigo, claro), jajajajaja.

Y hablando de castigos, ¿cómo olvidarme de aquellas tardes en que las chicas del colegio de Astrid tenían clase de gimnasia? Sí, sí, teníamos información de primera mano. Las hermanas de un compañero, benditas informadoras, nos pasaron el dato clave: qué días y a qué hora hacían gimnasia. Mi amigo nos lo contó y, claro, nosotros nos lo tomamos muy en serio... mmmm, demasiado en serio, quizá.

Lo mejor, o peor según se mire, fue enterarnos de que, en la parte trasera del colegio, justo donde el edificio lindaba con el pasaje del Mercado de la Concepción, un rincón tranquilo, casi fantasmal por las tardes ya que el mercado cerraba, había unos enormes ventanales a unos dos metros de altura. ¿Y adivináis qué? Uno de esos ventanales daba directamente al vestuario de las chicas. Lo juro, no es broma. Y claro, el resto os lo podéis imaginar.

Dos metros no son nada si tienes doce o trece años, una imaginación hiperactiva y muy pocas luces, acompañado de una buena agilidad juvenil. ¡Qué cosas llegamos a ver! Aunque eso mejor me lo guardo; soy un caballero, y eso queda para mí.

Lo cierto es que la aventura duró poco: nos pillaron. Las chicas comenzaron a gritar: "¡HAY CHICOS EMPARRADOS EN LAS VENTANAS!", algunas entre risas, otras no tanto, y entre las que reían estaba Astrid. ¡Qué momentos! ¡Qué bronca nos habría caído si alguien nos hubiera delatado! Pero no, tuvieron piedad. La mayoría ya nos conocían a los tres o cuatro voyeur de las ventanas, y aun así nos perdonaron. Uffffff, la que nos hubiera caído... seguro que un castigo ejemplar, y merecido, claro.

Nos conocían porque muchas de ellas se pasaban algunas tardes por la plazoleta de nuestra escuela. Lo malo es que no venían por nosotros. No. Ellas venían a ver a los chicos de octavo, los mayores, los que se quedaban en las esquinas fumando algún furtivo cigarrillo para hacerse los interesantes. Y funcionaba, porque ellas caían rendidas ante esa pose de chico duro.

Nosotros, algo más pequeños, apenas si existíamos. Pasábamos entre las chicas como sombras invisibles, sin pena ni gloria. Y entre ellas estaba Astrid, con su aire desenfadado y un estilo completamente distinto al que se le veía en la pequeña o gran pantalla, o sobre el escenario. Con aquel estilo bohemio, con sus faldas anchas y largas de gasa púrpura, un estilo muy hippie, muy diferente al de la Astrid artista, pero con la misma sonrisa picarona que la caracterizaba.

Fue en aquella época, precisamente, cuando me enteré de que Astrid formaba parte de un grupo musical infantil llamado Regaliz. Lo comentaban los mayores, los de octavo, como quien habla de una celebridad del barrio. Y sí, lo era, y yo sin saberlo.

Recuerdo que esta misma anécdota sobre los vestuarios la compartí hace años en un blog fantástico, ya desaparecido, llamado La Coctelera, ¿Qué fue de...?. Lo más increíble de todo es que la auténtica Astrid también dejó un comentario en aquella publicación. Sí, ella misma respondió a varios mensajes, que no fueron pocos, incluido el mío, donde contaba aquella pequeña travesura. Fue un momento lleno de risas y emoción que guardo con mucho cariño en la memoria.

Recientemente me he puesto en contacto con Álex Medina, administrador de aquel blog inolvidable. No tengo del todo claro si la sección de La Coctelera cerró definitivamente, si fue por una limpieza de contenido o por algún problema técnico en el blog, pero lo cierto es que aquellos mensajes, incluidos los comentarios de aquella entrada mítica, desaparecieron. No sé si será posible recuperarlos algún día, pero aun así quiero aprovechar para recomendar el blog al que Álex dio continuidad tras aquella etapa.

Parte de la información sobre Regaliz, así como algunas de las imágenes que vais a ver a continuación, provienen precisamente de ese nuevo espacio que él mantiene con tanto cariño.

Gracias, Álex, por seguir cuidando la memoria de una época que fue, y sigue siendo, tan especial para muchos de nosotros, y por volver a recordar a aquellos famosos de los que apenas sabemos nada. Aquí os dejo el enlace a tan fantástico blog, aunque lleva tiempo sin publicar, vale la pena que le echéis una ojeada "Qué fue de...?" 

Un saludo, compañero.


Hubo un tiempo en que la música infantil olía a vinilo, a bocata de nocilla y a tardes de coreografías frente a un televisor en blanco y negro o, con suerte, en color. Fue una época mágica, cuando los niños llevaban petos de colores y soñaban despiertos al ritmo de canciones que hablaban de monstruos, trenecitos y superhéroes. En ese mundo, entre Parchís y cuentos de fantasía, apareció Regaliz.

Nacido en Barcelona en 1980 bajo el sello discográfico Belter, el mismo detrás del fenómeno Parchís, Regaliz surgió como una apuesta fresca, divertida y llena de carisma. Formado por cuatro niños: Eva Mariol, Eduard Navarrete, Jaime Benet y Astrid Fenollar (hija de Salvador Fenollar, directivo de Belter y creador del grupo), Regaliz rápidamente se convirtió en una de las voces más queridas de la infancia española.

Astrid, con su melena rubia, sonrisa pícara y presencia magnética, brillaba con luz propia. Fue parte esencial del alma del grupo, tanto en lo musical como en lo humano. Regaliz no solo grabó discos memorables como Guillermo el travieso, Reggae Regaliz, El festival pop o Juanita Banana, sino que también se atrevió con versiones tan insólitas como irresistibles, como Can't Stop the Music de Village People o el clásico Veo, Veo de Teresa Rabal.

Su talento les llevó más allá de los escenarios. Regaliz protagonizó dos películas: La rebelión de los pájaros (1981), una historia con mensaje ecologista donde solo la música podía salvar a las aves de la contaminación, y Buenas noches, señor monstruo (1982), dirigida por Antonio Mercero. Allí, en medio de un castillo encantado y rodeados de criaturas como Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo, los niños de Regaliz vivieron una aventura inolvidable al ritmo de canciones como Tumba Catatumba, El show del Hombre Lobo o Bengalas de mil colores. Aquel musical disparatado quedó grabado en la memoria de toda una generación.

Entre películas y giras por España y Sudamérica, grabaron incluso un disco de villancicos. Pero, como todo cuento de infancia, la historia tuvo un final. A medida que sus integrantes crecían y la moda de los grupos infantiles se apagaba, Regaliz se disolvió en 1983. Sus miembros tomaron caminos distintos: Jaime Benet regresó a México y se dedicó a un negocio familiar; Eduard Navarrete trabaja en una empresa de transportes; Eva Mariol continuó su carrera como actriz y ha participado en películas, telefilms y cortometrajes.

Astrid, en cambio, eligió una vida más silenciosa pero profundamente valiente. Se trasladó a Menorca, donde trabajó con personas con diversidad funcional. Su voz, la misma que nos hizo cantar de niños, pasó a acompañar desde otro lugar: calmando, conectando, cuidando. En 2009 apareció brevemente en el programa de TVE Los mejores años de nuestra vida, donde recordó su paso por Regaliz como "un juego". Y es que, quizás, eso fue lo más hermoso de Astrid: que nunca dejó de jugar, ni de hacernos jugar.

El pasado 9 de julio de 2025, Astrid Fenollar falleció a los 55 años, víctima de un cáncer. Lo hizo sin ruido, con la misma discreción con la que decidió vivir tras dejar el foco mediático. La noticia se supo días después, cuando Jorge Lérida, divulgador y autor de El fabuloso mundo de la canción infantil, compartió la triste novedad. Desde entonces, miles de mensajes han inundado las redes. Porque quienes crecimos con Regaliz no solo recordamos las canciones: recordamos una época, una inocencia, una magia que solo ocurre una vez en la vida.

Astrid ya no está, pero su voz sigue flotando en el aire: en un viejo VHS en el salón de casa, en un disco olvidado en el trastero, en ese eco de Tumba Catatumba que aún resuena cuando recordamos nuestra infancia.

Y aunque el telón haya caído, su luz permanece intacta. Gracias por tanto, Astrid.

Y aunque el tiempo siga su curso y las modas cambien, hay cosas que no desaparecen. La alegría, la dulzura y la luz que regaló a tantos niños siguen intactas en el corazón de quienes crecimos con su sonrisa.

Porque hay personas que, aunque se vayan, nunca se van del todo.

Gracias por todo, Astrid. Tu recuerdo se queda con nosotros, suave como un susurro, eterno como una canción de infancia o un tímido adeu.











No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR TU COMENTARIO!
Tu comentario ha sido enviado con éxito, pero está pendiente de moderación. En breve lo revisaré y lo publicaré en el Blog. Saludotes. HAL