COPIAR O CORTAR Este primer código evita que copien los textos de tu página o blog Este segundo código evita que copien las imágenes y gif COPIAR O CORTAR Yo también lo tuve! Nostalgia y Recuerdos de los años 60 - 70 - 80 - 90's: 2025

sábado, 12 de abril de 2025

DARDOS DE KIOSCO: RELATO DE UNA INFANCIA CON PUNTERÍA

Hubo una época gloriosa que cualquier exalumno de mi colegio, y también de nuestra generación, recordará entre risas y nostalgia: el gran boom de los pequeños dardos de plástico que vendían en los kioscos como baratijas de a duro. Durante un tiempo, fue uno de los juguetes preferidos por todos los niños. Las dianas para jugar con estos dardos podían ser cualquier cosa: una caja de cartón, un árbol, un corcho... y, de vez en cuando, nos llevábamos algún pinchazo que otro. Eran íntegramente de plástico, excepto la punta, que era un pequeño clavo o una aguja gordoncha. Los había de distintos modelos y colores. Hoy, los que saco de "EL BAÚL DE HAL" para enseñaros son los más recordados, buscados y valorados de aquellos años 70's y 80's.

Estos no eran los dardos elegantes y profesionales, con contrapeso de metal y de mejor calidad, sino algo mucho más asequible y con un material de fabricación más económico: dardos de kiosco, de colorido plástico con punta de hierro, cuyo acceso en manos de niños parecería hoy un atentado contra la seguridad infantil. Pero, claro, eran otros tiempos: ¡aún se confiaba en la puntería de los pequeños! y no existía la seguridad de hoy día. Desde luego, hoy no pasarían ningún control de calidad; pero en aquella época eran baratos y divertidos pequeños juguetes…

Aquí os dejo las fotos de mis dardos de kiosco y una pequeña historia vivida en mi niñez. El furor comenzó de forma tan inocente como todas las grandes ideas de la infancia. Uno de mis compañeros de clase trajo un par de dardos que compró en el kiosco de Manuelita. Aquellos afilados dardos eran novedad en los kioscos y, claro, desataron una ola de envidia entre todos nosotros. En cuestión de días, casi todos teníamos nuestros propios dardos de kiosco, aunque nos encontramos con un gran problema.

El caso es que, como suele pasar cuando uno es niño, teníamos los dardos pero... ¡nos faltaba una diana! Pero oye, la creatividad infantil es imparable, y alguien tuvo la brillante (o no tan brillante) idea de dibujar una con tiza blanca en la puerta de los lavabos, justo al lado del patio de los medianos. Y ahí empezó todo.

Aquel era territorio neutral y, en teoría, libre (o casi libre) de supervisión adulta. Con la diana dibujada en aquella puerta color verde pera del WC, aquello se convirtió en el epicentro de las partidas clandestinas de cada recreo.

Cada día, armados con nuestros pequeños dardos de plástico y la determinación de campeones en nuestras competiciones, nos reuníamos para lanzar y apostar la gloria (y, a veces, alguna que otra chuchería). ¡La pobre puerta! Al cabo de unas semanas, estaba más agujereada que un colador y parecía un campo de batalla termita. Cada marca, cada agujero, era un testimonio de las competiciones que librábamos con tanta dedicación.

Ya sabíamos que, en toda actividad clandestina, necesitábamos estar preparados para las visitas inesperadas de los profesores. Y para eso teníamos siempre a un vigilante. Nos íbamos turnando en aquella esquina estratégica, observando el pasillo con una concentración digna de un espía profesional. Avisábamos de cualquier peligro inminente. En cuanto se gritaba "¡PROFE A LA VISTA!", la estrategia era clara: cada uno recogía sus dardos y corría en diferentes direcciones, como si no hubiese pasado nada. Y, aunque aquella puerta verde del baño tenía más agujeros que un western de Sergio Leone, nosotros insistíamos en nuestra coartada de inocencia, apartándonos de la puerta como si nada hubiera pasado... aunque estaba tan marcada que, sinceramente, la inocencia no colaba.

Por supuesto, los profesores sabían perfectamente lo que hacíamos, ¡cómo no iban a saberlo! Pero nunca nos atraparon in fraganti, lo cual solo aumentaba nuestro entusiasmo. La diana improvisada fue ganando popularidad y se volvió el corazón de esas épicas competiciones escolares.

Hasta que un día, todo cambió. Aquel fue el primer día del fin de nuestras andanzas darderas.

Fue en ese momento de euforia total cuando sucedió lo inesperado. La puerta del baño se abrió ligeramente, y por la rendija apareció una mano agitada. Era la mano de nuestro compañero Silvio, Silvio Rojas, al que, sin darnos cuenta, habíamos acorralado en el WC en pleno bombardeo de dardos. Con voz débil y asustada, Silvio soltó un desesperado: "¡Parad! ¡Parad, quiero salir!"

Hubo una breve pausa, el tipo de silencio que solo dura un instante pero que todos recordamos como una eternidad. Y luego… —¡Ay, qué dañooo!

Uno de los dardos se desvió y fue a dar directamente en la diana… mmmm, perdón, quiero decir en la palma de la mano del pobre Rojas. Ese dardo llevaba una buena trayectoria de diana, pero la mano de Rojas lo interceptó antes de llegar a su destino. Fue como una escena de película: el dardo incrustado en su palma y todos nosotros congelados entre la culpa y la risa. Pobre Silvio Rojas, con una mezcla de dolor, miedo y odio, se marcó un pataleo taconero que más bien parecía un homenaje a la bailaora "La Chunga", mientras gritaba y nos miraba como diciendo: "Se os va a caer el pelo".

Ese fue el comienzo del fin para nuestra querida diana secreta.

La escena fue tan dramática y, al mismo tiempo, tan cómica, que se convirtió en leyenda. La noticia corrió como pólvora y, antes de que el recreo terminara, los profesores y el director, Sr. Llacuna, ya estaban en el lugar del incidente. Nos pusieron a todos en fila para interrogar sobre el uso indebido de la puerta del baño y del accidente ocurrido con nuestro compañero. Intentamos usar nuestras mejores excusas, pero ninguna de nuestras explicaciones resultó convincente ante la mano de Rojas, que aún tenía la marca de nuestro dardo más potente.

El Sr. Llacuna, con la paciencia que solo los directores de escuela parecen tener, nos miró a todos y dijo:

—A partir de hoy, la puerta del baño será solo eso: una puerta. ¿Está claro? Y para que lo recordéis bien, quiero que me copiéis 1000 veces "No traeré ni jugaré con dardos en la escuela", y, por supuesto, los dardos quedan confiscados. Si los queréis recuperar, que vengan vuestros padres a buscarlos.

No hace falta decir que los dardos los dimos por perdidos. ¿Quién le iba a decir a nuestros padres que pasaran a recogerlos y que se enteraran de lo que ocurrió? Uffff, mejor callar, ¿no? Con los hombros bajos, aceptamos el destino de nuestra amada diana y de nuestros dardos de kiosco. Y así, nuestra era de competiciones épicas y lanzamientos legendarios llegó a su fin… mmmm, o puede que no para todos.

Si queréis saber si las ganas de dardos se nos quitaron, os invito a leer este otro post que fijo os sacará unas risas. Os lo recomiendo: "ANILLOS DEL TERROR DE MATUTANO 2ª PARTE. LA MALDICIÓN DE DARDO".

A partir de entonces, la puerta del WC nunca volvió a ser la misma. Convertida en un monumento a nuestra era dardera, llena de agujeros y marcas, quedó como testigo mudo de nuestras épicas partidas.

¡Aquella diana fue la más precisa y la más dolorosa de todas nuestras partidas, pero también la más recordada! Incluso el amigo Rojas quedó inmortalizado en la historia de nuestra escuela.

Nunca volvimos a usar esa puerta como diana, y los dardos desaparecieron de la escuela (puntualizo: de dentro de la escuela; si leéis el enlace que os dejé, entenderéis por qué puntualizo).

De lo que estoy completamente seguro es de las carcajadas que nos echamos recordando aquella escena, que siempre es de las primeras historias que contamos cada vez que nos juntamos en alguna cena de viejos alumnos, y repetimos la misma advertencia:

Si alguna vez usas una puerta como diana, asegúrate de que nadie esté dentro... ¡y, sobre todo, que no saque la mano en el momento menos oportuno! jajajajaja










sábado, 5 de abril de 2025

ESTAS SEGURO... ¿TÚ CREES QUE ERA TAN ABURRIDA?

¿Nuestra época aburrida...? En aquellos años éramos los reyes de la diversión analógica, los maestros de convertir cualquier rincón en un parque temático improvisado. Antes de que los móviles dictaran el ritmo de la vida y los pulgares se volvieran atletas de scroll infinito, nosotros vivíamos aventuras de verdad, de las que no necesitaban batería ni señal para funcionar.

Bastaba una tarde libre, unos cuantos amigos y algo de imaginación. Éramos expertos en transformar una botella vacía en una ruleta del destino. Nuestro "Tinder" era el juego de la botella, con su tensión creciente, sus corazones latiendo a mil y esa mezcla de vergüenza y emoción cuando apuntaba a la chica (o el chico) que te gustaba. No había pantalla que nos protegiera: si tocaba beso, tocaba. En carne y hueso, con mejillas rojas y sonrisas nerviosas. Esos momentos no venían con filtro, pero se quedaban grabados para siempre.

El juego de la botella era nuestra app de citas, pero con adrenalina real. ¿Que hoy tienes Tinder? Nosotros teníamos el suspense de ver esa botella de refresco girando lentamente hasta señalar a ella o a él. ¡Y vaya si hubo primeros besos torpes pero inolvidables en esos juegos! Más de uno descubrió el amor (o al menos el revoloteo en el estómago) entre risas nerviosas y miradas furtivas. Nada de mensajitos tímidos: aquí el contacto era real, con sus mariposas en el estómago incluidas. Cada giro era un pequeño terremoto emocional, un momento de gloria o tragedia adolescente. Y, aunque a veces solo fuera un roce rápido, esas historias se contaban durante días y quedaban marcadas en la memoria durante años.

Y si de juegos hablamos, nuestro catálogo haría palidecer a cualquier consola de última generación. "Verdad o Reto" era nuestro reality sin censura, donde los secretos salían a la luz y los desafíos más ridículos se convertían en leyendas del barrio. "Manitas Calientes" no necesitaba gráficos ni efectos: bastaba un buen reflejo y la resistencia al dolor. Esa palmada bien dada dolía más que perder una partida online, pero también era motivo de carcajadas.

¿Fortnite? Nosotros jugábamos a "Policías y Ladrones", el battle royale original. El barrio entero era nuestro mapa, las calles eran trincheras, y los escondites, verdaderos búnkeres secretos. Corríamos tanto que no necesitábamos gimnasio ni smartwatch para contar pasos. Y luego estaba el "Escondite Nocturno", la versión más intensa de todas. De noche, con la emoción de esconderte sin hacer ruido, y si encima compartías escondite con la chica o el chico que te gustaba… la adrenalina se mezclaba con las mariposas que revoloteaban en tu estómago.

Y es que cada tarde podía convertirse en una historia digna de película. ¿Quién no participó en los calurosos días de verano en aquellas guerras de globos de agua que terminaban con todos empapados y riendo sin parar? ¿O en esas carreras de bici donde las rampas eran tablones rescatados de alguna obra y los saltos… bueno, no siempre salían bien, pero vaya que lo intentábamos? Lo nuestro era ensayo y error, con rodillas peladas como medalla de honor.

Los concursos de chistes eran otra joya. No importaba si eran buenos, malos o directamente absurdos: ganaba el que hiciera reír más, aunque fuera de lo malo que era el chiste. Y, por supuesto, las acampadas en el jardín. Con linternas, historias de miedo y esa sensación de que, aunque estuvieras a tres metros de tu casa, estabas en mitad de una aventura épica. Terminábamos durmiendo todos juntos, o intentándolo, porque después de cada historia de terror alguien se asustaba y ya no había quien pegara ojo.

Y si no se podía acampar fuera, entonces se armaba el campamento dentro de casa: sillas, muebles y mantas cubriéndolo todo se convertían en una tienda de campaña improvisada en tu cuarto, donde tú y tus primos pasaban la noche entre risas, cotilleos, juegos y linternas encendidas bajo las mantas. Aquello no tenía nada que envidiarle a un camping real. Era mágico.

Hoy todo es más rápido, más brillante, más digital. Pero también más solitario y más frío. Muchos tienen miles de seguidores, pero pocos amigos con los que compartir una tarde sin mirar el reloj. Hoy en día, la conexión a Wi-Fi se os cae y ya no sabéis qué hacer; algunos lloran y otros, con los nervios a flor de piel, son capaces de pegar pellizcos a los cristales hasta que vuelve la señal. Y ni te cuento cuando os quedáis sin batería: os ponéis en modo zombi buscando enchufes por todas partes. ¡Jajajaja! Eso sí que no nos pasaba a nosotros: nuestras tardes se basaban en la conexión humana, no en la señal de un router.

Nosotros no teníamos redes sociales, pero sí una red de amigos de verdad. De los que llamaban a tu puerta, no a tu pantalla, para preguntar si podías salir a jugar.

Así que no, aburrida nuestra época no era, y nosotros éramos creativos, valientes, espontáneos. Y, aunque los tiempos cambien, algo está claro: no hace falta tecnología para crear recuerdos inolvidables. Solo ganas, imaginación y un buen grupo de amigos. Eso sí que era vivir.

¿Y si todavía piensas que vivir sin móviles era aburrido? Es porque no sabes lo que es pasarlo bien de verdad.

sábado, 29 de marzo de 2025

NAVAJAS DE KIOSCO. 5ª PARTE (NAVAJAS BOY SCOUT)

El éxito de las primeras navajas que imitaban a las del famoso bandolero de la serie Curro Jiménez marcó un antes y un después en los kioscos de nuestra infancia. Aquellas facas de juguete que todos queríamos tener abrieron paso a otro tipo de navajas: desde las sofisticadas automáticas, de las que ya os hablé en otro post, hasta las icónicas navajas suizas multiusos, pasando también por las clásicas bandoleras.

¡Ah, las navajas suizas! Esas maravillas que, al más puro estilo MacGyver, casi que te prometían convertir un chicle y un clip en un chalet amueblado con piscina y vistas al mar, jajajaja.

Mi primera colección seria (que nadie se asuste) fue de armas blancas, pero de las de verdad: cuchillos de monte, militares y, cómo no, navajas, incluso alguna espada. ¿Sabéis cuál fue mi primera navaja? Sí, una multiusos suiza, y no precisamente de juguete. Tenía unos 12 o 13 años cuando la conseguí, y era mi tesoro. Me acompañaba en cada excursión al monte, siempre en el bolsillo. Todo esto fue incluso antes de que existiera MacGyver. (Por cierto, algún día hablaremos de esa mítica serie de TV... y de las navajas de verdad que usaba el manitas de MacGyver; ahora volvamos al tema que nos interesa).

Las navajas de juguete, hechas de plástico, fueron un éxito rotundo gracias a la visión de empresas como la juguetera "Baratijas Domingo". En pleno auge de la moda Boy Scout de los 70's y 80's, estas navajitas conquistaron los kioscos de nuestras calles y también nuestros corazones.

En mi colegio había un club de Scouts que se reunía los fines de semana en una sala justo al lado de mi clase. Aunque nunca estuve apuntado a este movimiento escultista de la noble Flor de Lis, siempre me fascinó. Lo más cerca que estuve de ser Scout fue al leer los manuales de los Jóvenes Castores y su enciclopedia, que aún conservo y hojeo de vez en cuando, jejejejeje.

Os aseguro que me hubiera encantado ponerme al cuello uno de aquellos pañuelos rayados, una camisa con chulas insignias, el pantalón corto a juego y unas buenas Chirucas. ¡Jope! Recuerdo perfectamente las conversaciones de mis compañeros de colegio, aquellos que estaban apuntados en aquel Club Scout. La verdad, a los que no pertenecíamos, nos daba un poquito de envidia su entusiasmo y las historias que contaban.

La primera vez que vi una navaja suiza de verdad fue gracias a un compañero de clase que era Scout. Me enamoré al instante de aquella maravilla multiusos: cuchillo, sierra, sacacorchos, destornillador, abrebotellas, abrelatas... ¡Lo tenía todo en uno! Convencer a mis padres para que me compraran una fue toda una odisea, pero finalmente, tras mucho esfuerzo y portándome mejor que nunca, lo conseguí. Era una preciosa navaja suiza de la marca Wenger, sinónimo de calidad al 101%.

Con los años llegaron otras a mi colección, como las pequeñitas minis Victorinox para el llavero de las llaves (que sigo llevando) y, por supuesto, la reina de las navajas multiusos: la Victorinox Swiss Champ. Esta joya, muy completa pero no exagerada como las XXL, se convirtió en mi compañera fiel para viajes y excursiones. La compré a principios de los años 90's y, hace un par de años, le regalé el mismo modelo a mi hijo por Navidad. ¿Sabéis qué? ¡No ha cambiado en nada! Después de tantos años, tienen la extraordinaria y buena calidad de siempre, y los accesorios son los mismos; es idéntica a la mía. Aunque no son baratas, valen cada céntimo.

Pero volvamos a las navajas de plástico. Estas pequeñas joyas, embolsadas con su bonito cierre de cartón y sus ilustraciones al estilo Scout, eran perfectas para los más pequeños. Probablemente, algún joven Scout las llevó en el bolsillo hasta que tuvo la edad y responsabilidad suficiente para portar una navaja de verdad. Eso sí, seguro que Akela (el líder en los Scouts) se encargaba de recordarles las reglas y de supervisar que no las usaran antes de tiempo.

Hablando de Akela… ¿Sabías que este nombre es un titulo, un rango en el mundo Scout? Si no lo sabías, no te preocupes; yo mismo lo descubrí hace relativamente poco, unos tres o cuatro años. Es curioso cómo, a veces, un nombre lleva consigo una historia más grande de lo que imaginamos, y en este caso, esa historia me lleva a alguien muy especial: Juan Pedro, conocido por todos como Akela, de El Kiosko de Akela.

Este post, sobre las navajas multiusos de kiosco, se lo quiero dedicar a él, a mi querido amigo Akela, que mañana cumple años. Quiero que sepa que lo extraño profundamente desde que se jubiló y decidió retirarse. Tras cerrar las puertas de su mítico kiosco, se está tomando un descanso más que merecido y bien ganado. Me alegro por él, por supuesto, pero eso no quita que, en este mundo de la nostalgia y el coleccionismo, su ausencia se sienta.

Juan Pedro Akela no solo fue un referente en el mundo de los Scouts, sino también en el universo de los pequeños tesoros vintage. Fue él quien me aclaró el significado de su nombre o, si quieres llamarlo así, apelativo.

Un día, me picó la curiosidad y le pregunté:

—Juan Pedro, ¿por qué el nombre de Akela?

Y entonces me explicó, con esa calma sabia que le caracteriza:

En el mundo Scout, Akela es el nombre del líder de la manada de lobatos, los niños y niñas más pequeños dentro del movimiento Scout (generalmente entre 7 y 11 años, dependiendo de la organización). Este nombre proviene de Akela, el lobo líder de la manada en El libro de la selva, de Rudyard Kipling. Este libro inspiró muchas de las tradiciones y la simbología de los Scouts.

Akela es una figura sabia, fuerte y respetada, alguien que guía a los lobatos en su aprendizaje y crecimiento. Fomenta valores como la responsabilidad, el trabajo en equipo y el respeto por la naturaleza y los demás. Es un rol fundamental dentro de los Scouts porque no solo lidera actividades, sino que enseña tradiciones, crea confianza y proporciona un entorno lleno de diversión para los más pequeños.

Eso, en esencia, es lo que Juan Pedro ha hecho en su vida. De joven fue un auténtico Akela Scout, liderando con pasión a pequeños lobatos. Y más tarde, sin imaginarlo, volvió a ser un Akela desde su kiosco. Allí, nos enseñó las maravillas de su colección, creó una comunidad y, para muchos de nosotros, fue un guía en este mundo vintage que tanto disfrutamos. Su kiosco era, y es, más que un escaparate: una escuela, un lugar donde aprendimos de su buen hacer, un blog genuino y pionero en la materia.

Por eso, este post sobre las navajas Scouts de kiosco se lo dedico a él: al nostálgico kiosquero Boy Scout Akela. Gracias, amigo, por todo lo que nos has enseñado, por todo lo que nos has dado y compartido con nosotros.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, QUERIDO AMIGO!

Bueno, y ya sin más, os dejo unas fotos de las mencionadas navajas multiusos de kiosco, mmmm, ya le gustaría a MacGyver hacerse con una de estas bolsas, jajajajaja. Y lo dicho: hoy el post era sobre estas navajas de plástico, aunque también toqué un poco el tema de las de verdad, auténticas navajas suizas. Queda prometido que un día de estos les dedicaré un post más en profundidad, y os garantizo que será muy interesante.

Y recuerda siempre...

¿Qué lleva MacGyver en su maleta para vacaciones?

Nada. Solo su navaja suiza multiusos. ¡Con eso construye el hotel cuando llega! Jajajajaja, qué chiste más malo, jajajajaja.




sábado, 22 de marzo de 2025

GUSANOS DE SEDA Y HORMIGAS: UNA LECCIÓN DE VIDA CUANDO LA NATURALEZA SIGUE SU CURSO

¿Sabías que...? La infancia no solo está hecha de juguetes. También está llena de descubrimientos, curiosidades... y de responsabilidades, como cuidar de nuestras mascotas. Algunos tenían perros o gatos; otros preferían pájaros, peces, tortugas, ranas, incluso tritones. Yo, además de haber tenido algunos de estos bichillos, siempre sentí fascinación por las criaturas raras. Y vaya si las tuve, y tengo. Algún día os presentaré a Morgue y a Tecla, a Juancho y a la peculiar familia Tenacillas Picotazo, pero hoy hablaremos de otros seres pequeños, frágiles y sorprendentes: los gusanos de seda.

Con la llegada de la primavera, como a ocurrido recientemente esta misma semana, la naturaleza despierta de su letargo invernal. Los árboles se visten de un verde vibrante, las flores desbordan color y perfume, y el canto de los pájaros vuelve a llenar el aire. Los días se alargan, la temperatura se suaviza y la vida renace en cada rincón.

En este renacer, también ocurre un pequeño milagro: los diminutos huevos de los gusanos de seda, que han permanecido dormidos durante el invierno, comienzan a eclosionar. De ellos emergen diminutas larvas hambrientas, listas para devorar las tiernas hojas de morera y comenzar su asombroso ciclo de transformación.

Mi historia con ellos es una mezcla de emoción, aprendizaje y un final un tanto triste y gore. Pero así fue, y así os la contaré. Todo empezó a finales de los años 70's, cuando alguien me regaló cinco o seis gusanos de seda, algunos de la especie rallada y otros blancos como la leche. Yo, emocionado con mi nuevo tesoro, corrí a pedirle a mi madre una caja más grande para criarlos. Me dio una de zapatos y, con gran esmero, perforé la tapa varias veces para asegurarme de que mis nuevos amigos pudieran respirar.

Los gusanos de seda necesitan un hogar cómodo. Una caja de cartón o plástico con buena ventilación es ideal, siempre que se mantenga limpia. Así que, siguiendo mi instinto de pequeño cuidador, cada día retiraba los restos de hojas y limpiaba la caja.

La alimentación era sencilla pero estricta: hojas de morera que compraba en un kiosco cercano a casa. No podían comer otra cosa (no era como hoy, que venden hasta pienso para los gusanos). Así que, cada día, recolectaba hojas frescas y las colocaba en la caja. Me fascinaba ver cómo las devoraban con rapidez, dejando pequeños rastros de mordiscos.

Crecieron rápido. Mudaban de piel varias veces, cada una señalando una nueva fase de su desarrollo. Hasta que llegó el gran momento: la metamorfosis. Un día, noté que mis gusanos dejaron de moverse tanto. Enrollaban hilos de seda a su alrededor y se preparaban para transformarse. Observarlos tejiendo sus capullos era casi hipnótico. Sabía que, dentro de esas pequeñas cápsulas, estaba ocurriendo algo increíble.

Pasaron unas semanas y, finalmente, de los capullos comenzaron a salir mariposas. Eran blancas y frágiles, y aunque no sabían volar, tenían una misión clara: reproducirse y poner huevos. Cuando la última de ellas murió tras la puesta, me invadió una extraña tristeza. Pero mi atención se centró rápidamente en los pequeños huevos que habían dejado atrás, pegados en el suelo o en las paredes de la caja. Ahora debía esperar. Cada día revisaba la caja con impaciencia, esperando ver a los nuevos gusanos nacer. Pero mi padre siempre me decía:

—Aún no... Hay que esperar hasta la próxima primavera.

La espera se hizo larga. Finalmente, decidí guardar la caja en un lugar “seguro” donde nadie la molestara... debajo de mi cama. Pasaron los meses. El invierno quedó atrás, y cuando llegó la primavera, mi padre me avisó:

—¡Ahora sí! Debes revisarlos todos los días, porque pronto nacerán.

Y así fue. En un día primaveral, los huevos comenzaron a eclosionar, y de ellos salieron diminutos gusanos negros. Al principio, intenté ponerles nombres: Juan, Pedro, Miguel, Rafa, Pepe... pero cuando la caja se llenó de cientos de ellos, desistí.

Cada día, salía al patio de casa con la caja y levantaba la tapa para observarlos. Veía cómo poco a poco cambiaban de color y comenzaban a crecer, alimentándose sin descanso de las hojas de morera que les proporcionaba, pero un día tuve un descuido fatal. No recuerdo por qué, pero en lugar de devolverlos a su rincón seguro, dejé la caja en el patio... Se me olvidó.

A la mañana siguiente, algo me hizo saltar de la cama. Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar que no los había guardado. Corrí al patio... y lo vi. Una inquietante procesión de hormigas salía de la caja. Con el corazón encogido, la abrí. El horror se apoderó de mí.

Dentro, una marabunta de hormigas lo cubría todo. Apenas quedaban unos pocos gusanos de seda moribundos. Rompí a llorar y, en mi rabia infantil, declaré la guerra a las hormigas. Desde ese día, cualquier hormiga que se cruzara en mi camino acababa aplastada con un sonoro ¡chaff! Con los años, aprendí a perdonarlas. La culpa no fue de ellas. Solo seguían su ciclo natural, su cadena alimenticia.

Nunca volví a criar gusanos de seda. Hasta hoy. Escribiendo esto, he recordado lo mucho que disfruté cuidándolos, viendo su metamorfosis y aprendiendo sobre la vida, mmmm... Quizás esta primavera me compre media docena. Esta vez, eso sí, dormirán bajo techo. ¡No quiero otra macabra procesión de hormigas!. Imágenes recopiladas de Internet, los créditos a quien correspondan.   









miércoles, 19 de marzo de 2025

VARÓN DANDY: EL LEGADO DE UNA FRAGANCIA ETERNA

Hay perfumes que no solo huelen, sino que cuentan historias. Historias de épocas pasadas, de personas que ya no están, de costumbres olvidadas y de ideales que hoy nos parecen tan lejanos como extraños. Varón Dandy es uno de esos perfumes. No es una simple colonia; es un testigo mudo con más de un siglo de vida, un frasco que guarda entre sus notas el alma de un país que luchaba por reinventarse.

Hoy, 19 de Marzo, Día del Padre, quiero compartir contigo recuerdos sobre esta joya olfativa. Un símbolo que, para muchos, sigue siendo tan controvertido como fascinante. Y añadiría algo más: un aroma muy familiar que seguramente muchos compartimos en nuestra memoria.

Pero antes de contaros esa parte entrañable del post, permitidme hablar, o mejor dicho, escribir un poco sobre la historia de esta colonia ambarina. Una colonia que, al abrir el frasco, te golpea de lleno con su aroma. Es como abrir un baúl polvoriento lleno de recuerdos: notas de lavanda vigorizante, bergamota amarga y un clavel tenaz que se abre paso entre las maderas nobles y oscuras, junto al musgo de roble.

 

Varón Dandy: Un Clásico con Historia:

Varón Dandy, un perfume que rompió estereotipos, es mucho más que una colonia; es un icono de la perfumería española que supo romper con los viejos prejuicios sobre la masculinidad. Nació en 1922, en una época en la que perfumarse se consideraba un acto casi exclusivamente femenino e, incluso, estaba asociado de manera peyorativa a la homosexualidad y a ser visto como algo "demasiado afeminado" o directamente "gay". En este contexto, esta fragancia se presentó como la primera opción verdaderamente masculina en España.

Su creador, Joan Parera i Casanovas (1884-1939), fue el artífice de este revolucionario perfume. Impulsada por Perfumerías Parera, la marca apostó por un concepto radical: un perfume que, a pesar de sus matices florales y delicados, reafirmaba el ideal del varón elegante y con carácter. Su imagen publicitaria mostraba a un hombre distinguido, con sombrero de copa, guantes y bastón, consolidando la idea de que el perfume podía ser un símbolo de sofisticación masculina.

Su lanzamiento marcó una revolución en una España donde el uso de fragancias estaba cargado de estereotipos. La publicidad de la época lo dejó claro: "El hombre que usa este perfume es un verdadero varón".

La evolución de la opinión pública, de ver en la perfumería un acto afeminado a valorarla como una expresión de identidad y elegancia, habla de una transformación social. La fragancia se convirtió en un símbolo de ruptura y reafirmación de la masculinidad. Además, su formato de gran tamaño y precio accesible permitió que llegara a un público amplio, consolidándose como un emblema de identidad y rebeldía contra las normas rígidas de la sociedad.

En los años 70's, Varón Dandy alcanzó una popularidad masiva, llegando a vender hasta dos millones de litros al año. Aunque Perfumerías Parera tenía otros productos, esta colonia, creada por Joan Parera i Casanovas, fue su estrella. Desde su fábrica en Badalona conquistó mercados nacionales y también internacionales, siendo un éxito en México, Argentina y, especialmente, en Puerto Rico, donde se decía que se vendía tanto que parecía que la gente se duchaba con ella.

Más de un siglo después, Varón Dandy sigue vigente, aunque con menor entusiasmo que antaño. Sin embargo, su legado permanece como un recordatorio de que los aromas pueden ser una poderosa herramienta de identidad, capaces de desafiar prejuicios y aportar sofisticación a la imagen del hombre moderno.

Quizá, en el futuro, lo más innovador sea volver a oler como en 1922.

 

Hace tiempo que quería conseguir una de estas botellas:

Hace unos días visité una pequeña y antigua perfumería de mi viejo barrio en Barcelona, un lugar donde aún vendían Varón Dandy añejo en botellas de litro, originalmente de Parera, y no de Coty como es en la actualidad.. Digo "vendían" porque me llevé la última botella de la época que les quedaba.

El dueño, un hombre ya muy mayor, me contó que todavía llegaban clientes jóvenes y curiosos que querían probar "el perfume de los abuelos". Algunos se reían al principio, otros fruncían el ceño al oler la botellita de prueba, pero muchos, por no decir casi todos, regresaban semanas después para comprar una nueva. "Es como el vino —me dijo—, hay que aprender a apreciarlo".

"¿Y usted, por qué se la lleva?", me preguntó aquel buen hombre.

"Para el Día del Padre", le contesté. Él asintió solemnemente con la cabeza.

"Para mí", continué. "Para mí, esta botella está llena de recuerdos, y quiero compartirlos con quien quiera escucharlos".

 

Es un aroma que conozco bien, me transporta al pasado:

Aquella pequeña botella de colonia ámbar siempre estuvo allí, reinando en el estante superior del armario Romí del baño, junto a la maquinilla de afeitar de mi padre, como un testigo silencioso del paso de los años. Ese tapón parecía contener siglos de tradición, y aquella inconfundible etiqueta dorada incorporaba los elementos icónicos que representaban su esencia tradicional y la elegancia masculina que buscaba transmitir la marca, componentes clave del emblema de Varón Dandy.

Sombrero de copa: simbolizaba la sofisticación y el estilo clásico asociado a la figura del "Dandy" (hombre refinado y elegante).

Bastón: representaba la distinción y el carácter caballeroso, reforzando la idea de virilidad y elegancia tradicional.

Guantes: evocaban el cuidado personal y el detalle en el vestir, asociados al hombre meticuloso y de buen gusto.

Para muchos, es un símbolo de la infancia, el aroma de su padre o incluso de su abuelo, un aroma muy familiar.

Desde niño, lo veía como un objeto casi sagrado. Era de papá. Su ritual matutino no estaba completo sin unas gotas de aquella colonia, que frotaba con maestría entre las manos antes de pasarlas por su rostro recién afeitado. Aquel olor era él. No había otra manera de describirlo. Era el aroma de mi padre, el aroma de los días de escuela, cuando, de buena mañana, entraba al baño para asearme antes de marchar al colegio y, en el ambiente, se notaba que mi padre ya se había afeitado y perfumado antes de marchar a trabajar.

También era el aroma de aquellas festivas y entrañables mañanas de domingo que tanto recuerdo, en las que salíamos juntos a comprar La Vanguardia o el semanario de El Caso. Luego, él tomaba su café y yo una Fanta de naranja en el Bar Montferry (Bar del Sr. Pascual) o en el Cala (el Bar Antonio). ¡Qué recuerdos! mmmm, Fanta y alguna moneda para jugar al PinBall, mientras mi padre se enfrascaba en la tertulia con los otros parroquianos de aquellos bares del barrio.

A los doce o trece años, la tentación fue más fuerte que yo. En secreto, empecé a usar unas gotas de Varón Dandy antes de salir a la calle, aunque solo fuera para comprar un paquete de arroz en la tienda de la esquina. Me hacía sentir mayor, importante, diferente. Pero claro, mi economía infantil, como mucho, daba para chicles y pipas, no para caprichos perfumados, así que el frasco de papá iba bajando más rápido de lo normal, con mi ayuda. Jajajajaja.

No tardó en darse cuenta. Un día, mientras me miraba con esa media sonrisa cómplice, me dijo:

—Si vas a usar mi colonia, al menos póntela bien. Así, mira...

Y con la paciencia de quien entiende los pequeños rituales de la vida, me enseñó cómo aplicarla sin parecer que me había caído dentro de la botella.

Con los años, mis gustos cambiaron y descubrí nuevos aromas. Floïd Blue llegó a mi vida gracias a mi hermano mayor (como cuento en esta otra historia de mi querida Floïd Blue), y luego vinieron otras fragancias que marcaron diferentes etapas. Pero Varón Dandy siempre estuvo ahí. A veces, en un rincón, olvidado por un tiempo, pero nunca ausente del todo, ya que era un aroma familiar.

Los años pasaron. Regalé Varón Dandy a papá cada Día del Padre, mientras mis hijos hacían lo mismo conmigo y me sorprendían con mi querido fluido azul. Hasta que un día desapareció del mercado, pero esa historia ya la conté en el enlace que dejé, por si queréis leerlo y echar unas risas.

Años atrás, mi hija pequeña solía preguntarme:

—Papá, ¿por qué tienes dos colonias, una azul y la otra amarilla?

Mi contestación era siempre la misma. Señalaba la botellita de Floïd Blue y le decía:

—La azul es para las aventuras del día a día.

Después señalaba la de Varón Dandy con una sonrisa y, guiñándole el ojo a mi hija, le decía:

—La de color ámbar, para los recuerdos.

En la actualidad, Varón Dandy se sigue fabricando, aunque su color es más claro. El aroma se podría decir que es el mismo, pero mucho más débil, como los abrazos que, por desgracia, ya no puedo darle a mi padre. Por eso guardo este set de colonia Varón Dandy de la época, con el auténtico y penetrante perfume.

Cuando papá se fue, una de las pocas cosas que quise conservar fue aquel frasco. De vez en cuando, lo destapo y dejo que el pasado me abrace, aunque sea solo por un momento. Cierro los ojos y respiro hondo... Por unos instantes, creo oír su risa entre las notas amaderadas, cálidas y especiadas, y me suele parecer escuchar sus palabras, como cuando era niño, diciéndome:

"Póntela como yo te enseñé y recuerda cerrar bien la botella. Siempre se te olvida y se evaporará."

Jajajajaja. Ahí está él... En esos consejos, en esos recuerdos, en ese perfume, en esos instantes que me transportan al pasado, volviendo a las mañanas de escuela, a los paseos mañaneros de domingo, de periódicos, de Fantas y partidas de PinBall, o a las tardes de domingo en las que salíamos los tres, mi madre, mi padre y yo, a comernos una rica tarrina de helado.

 

Feliz Día del Padre:

Estoy seguro de que hoy Varón Dandy sigue siendo un regalo recurrente en el Día del Padre en España, aunque muchos lo buscan más por nostalgia que por otra cosa. Y lo mejor de todo es que, en muchas barberías, ha vuelto a ponerse de moda, con la clásica botella de litro en sus estantes y el placer de un refrescante masaje en la cara después de un buen afeitado mmmm, eso no tiene precio.

Espero seguir guardando ese aroma durante muchos años, en mi baúl especial de los recuerdos y en mi corazón.

¡Feliz Día del Padre, papá! Allí donde estés, estoy seguro de que seguirás dejando tu inconfundible rastro de Varón Dandy.














sábado, 15 de marzo de 2025

MINUTOS MUSICALES CON LOS BEE GEES: MARZO, UN MES DE LUCES Y SOMBRAS

Hoy, en Minutos Musicales, rindo un homenaje a los hermanos Gibb, conocidos mundialmente como los Bee Gees.

¿Sabías que su nombre proviene de las iniciales de Brothers Gibb (Hermanos Gibb), que en inglés "BG" se pronuncia "Bee Gees"? Este nombre no solo representa una banda, sino a una familia que dejó una huella imborrable en la música.

He elegido este momento para recordarlos porque marzo es un mes simbólico en la historia de los Bee Gees, un mes que les trajo tanto triunfos gloriosos como pérdidas dolorosas, marcando su carrera y vida personal de manera indeleble. Sin duda, marzo definió su historia.

Marzo de 1967: El despegue internacional

En marzo de 1967, los Bee Gees lanzaron New York Mining Disaster 1941, su primer gran éxito internacional. Con su estilo melancólico y sus armonías vocales únicas, la canción llegó al Top 10 en Reino Unido y Estados Unidos. Fue el inicio de su leyenda, el momento en que el mundo descubrió a tres hermanos que cambiarían la música para siempre.

Marzo de 1979: El reconocimiento absoluto

En marzo de 1979, los Bee Gees recibieron cinco premios Grammy en una sola noche, gracias a su trabajo en la banda sonora de Saturday Night Fever. Este hito histórico consolidó su dominio en la música disco.

Canciones como Stayin’ Alive, How Deep Is Your Love y Night Fever se convirtieron en himnos de una generación. Marzo de 1979 fue el mes en que su talento recibió el máximo reconocimiento.

Marzo de 1988: La pérdida de Andy Gibb

El 10 de marzo de 1988, los Bee Gees sufrieron la muerte de su hermano menor, Andy Gibb, a los 30 años. Aunque no formó parte oficialmente de los Bee Gees, su carrera estuvo influenciada por el apoyo y la colaboración de Barry, Robin y Maurice.

Andy fue una estrella solista en los 70, con grandes éxitos como Shadow Dancing y I Just Want to Be Your Everything. A pesar de su corta vida, dejó una huella imborrable en la música, y su prematura muerte conmocionó a su familia y al mundo. Ese marzo de 1988 fue un mes de duelo para los Bee Gees, recordando el talento de su hermano menor.

Marzo de 1997: La consagración eterna

El 17 de marzo de 1997, los Bee Gees fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock and Roll, reconociendo su impacto en la música durante más de tres décadas, desde sus inicios en el pop psicodélico hasta su reinvención en la música disco.

Marzo de 1997 simboliza la consagración de su legado como íconos musicales y culturales.

Marzo de 2003: El fin de una era

Aunque Maurice Gibb falleció en enero de 2003, fue en marzo de ese año cuando Barry y Robin anunciaron que no continuarían como "Bee Gees". Sin Maurice, el trío ya no era el mismo.

Marzo de 2003 representó el cierre emocional de una era y un acto de respeto hacia su hermano y su historia compartida.

Conflictos y la unión fraternal

La historia de los Bee Gees es la de una familia unida por la música, pero también marcada por altibajos. A lo largo de su carrera, enfrentaron tensiones, especialmente entre Barry y Robin, quienes luchaban por el protagonismo.

Robin sentía que Barry acaparaba la atención y el liderazgo, lo que lo llevó a dejar la banda en 1969. Aunque regresó, las fricciones continuaron, sobre todo en la era disco, cuando Barry se convirtió en la voz principal del grupo.

Maurice, el hermano mediador, intentó suavizar los conflictos, pero no siempre lo logró. A pesar de su éxito, la lucha por el liderazgo siempre estuvo presente. Sin embargo, el amor y el vínculo fraternal entre ellos nunca se desvaneció, como ocurre en muchas familias cuando se mezclan los egos, el éxito y el liderazgo.

Esta parte de la historia, marcada por sus complejidades, la dejaremos para otro día, si decidimos hacer una segunda parte sobre los Bee Gees.

Trayectoria y legado

Los Bee Gees, formados por los hermanos Barry, Robin y Maurice Gibb, comenzaron su carrera en Australia en 1958, aunque sus raíces estaban en la Isla de Man y Manchester, Inglaterra.

A finales de los 60, se consolidaron con éxitos como To Love Somebody, Massachusetts e I Started a Joke. En los 70's, reinventaron su sonido y se convirtieron en los reyes de la música disco.

Su participación en Saturday Night Fever (1977) los catapultó a la fama global. Aunque la música disco decayó en los 80, los Bee Gees siguieron componiendo éxitos para otros artistas, como Islands in the Stream para Dolly Parton y Kenny Rogers.

En los 90's, experimentaron un resurgimiento con Still Waters y el éxito Alone. Sin embargo, la muerte de Maurice en 2003 marcó el final de la banda. Robin continuó su carrera en solitario hasta su fallecimiento en 2012, mientras que Barry sigue activo, manteniendo vivo el legado de los Bee Gees.

El legado de los Bee Gees fue mucho más que música: vendieron más de 220 millones de discos, ganaron nueve premios Grammy y fueron incluidos en el Salón de la Fama de Compositores en 1994. Su influencia en la música pop y dance es incalculable.

Reflexión final

Marzo encapsuló la esencia de los Bee Gees: triunfos gloriosos y pérdidas profundas. Desde su primer éxito internacional hasta la despedida de Maurice, este mes fue testigo de su grandeza y humanidad.

Hoy, en este mes de marzo, en Minutos Musicales, recordamos a los Bee Gees no solo como una banda, sino como una familia que dejó un legado musical eterno.

Su música ha trascendido generaciones, desde las pasadas, que vivieron su auge en la música disco, hasta las actuales, que siguen bailando al ritmo de sus icónicos éxitos.

Y, sin duda, su legado continuará influyendo en las futuras generaciones, que descubrirán su magia a través de nuevas versiones y el poder atemporal de sus melodías.

Los Bee Gees siguen siendo una inspiración, y su música seguirá siendo escuchada y amada por todos aquellos que aprecian el verdadero arte musical.


Bee Gees - New York Mining Disaster 1941

Bee Gees - Massachusetts

Bee Gees - To Love Somebody 

Bee Gees - Holiday

Bee Gees - Words

Bee Gees - I Started A Joke

Bee Gees - Nights On Broadway

Bee Gees - You Should Be Dancing

Bee Gees - How Deep Is Your Love

Bee Gees - Stayin' Alive

Bee Gees - Night Fever

Bee Gees - More Than A Woman

Bee Gees - If I Can't Have You

Bee Gees - Too Much Heaven

Bee Gees - Tragedy

Bee Gees - You Win Again

Bee Gees - Alone