En diciembre de 1899, la niña almeriense Amalia Yebra hizo
eso que los niños españoles llevan décadas haciendo cuando se acercan las
Navidades: escribirles una carta a los Reyes Magos. Pidió "una muñeca de
China", una "caja de dulce" y un "cabá" (un cabás, una
maleta pequeña en la que llevar los libros u otros utensilios al colegio).
Desde la perspectiva del siglo XXI, parece una carta
bastante realista e incluso comedida, aunque la pequeña pertenecía a una de las
familias más ricas de Almería y esas peticiones eran lujos para la mayor parte
de la población. Esas primeras cartas a los Reyes que se conservan provienen de
casas burguesas y adineradas. Alejandro Buendía, director del Museo de Terque
(Almería), cuyo Museo de Escritura Popular alberga una colección de más de
20.000 cartas, de las que muchas son para pedir regalos para el 6 de enero,
asegura: "Normalmente, los pobres poco tenían que pedir y poco tenían que
escribir".
La de Amalia Yebra es la carta a los Reyes más antigua que
se conserva con una niña como remitente, pero en el museo atesoran, además, otra
anterior, de 1892. Quienes escriben en este caso son sus propias majestades de
Oriente. Le dicen al pequeño José María Guillén-García y Gómez que saben que
los quiere mucho y que ama "con delirio al Niño Jesús y a la Virgen
Santísima". Le explican que le han dejado unas cuantas cosas, pero que
habría tenido más regalos si se hubiese portado mejor. De cada uno de los
regalos le cuentan para qué es: las "pastillas del Congo" y agua de
colonia para que no le cueste lavarse la cara y sea dócil; el coche y el
columpio "para que no grites y saltes tanto"; la pizarra "para
que juegues quietecito".
Esas son las dos únicas cartas que el museo conserva del
siglo XIX, cuando los Reyes Magos llevaban apenas unas décadas dejando regalos.
El autor Pepe Rodríguez recoge en su libro Mitos y ritos de la Navidad que la
tradición parece haber nacido como un intento de competir contra San Nicolás,
el obispo turco que es el antecedente directo de Papá Noel y cuya fama de
benefactor dio pie a la leyenda e hizo que, desde el siglo XIII más o menos,
empezase a dejar regalos a los niños de varios países europeos el 6 de
diciembre.
Al principio, solo los niños de las familias más pudientes
escribían cartas y recibían regalos de los Reyes, pero "conforme el nivel
de vida va siendo más elevado, a partir de los años 50's o 60's, con más acceso
a dinero para dedicarlo a los juguetes, empiezan a aparecer más cartas",
explica Buendía.
Pero pongamos otros entrañables ejemplos que guardan en el
museo de Terque, como la carta del 1 de enero de 1939. Jaime Quiros pide desde
Oviedo "una buena caja de lápices de colores", ya que ha sido
"bastante bueno y obediente", aunque "algo lloroncín" (pero
"poca cosa").
El día de Reyes de 1944, el alicantino Paquito Segrelles ya
se va trabajando los regalos del año siguiente y agradece a Melchor, Gaspar y
Baltasar todo lo que le han traído. Promete que aprenderá mucho, será "un
hombre", bueno y obediente con sus papás y querrá mucho al Señor:
"Que es a quien tengo que agradecerle todo esto", escribe.
Todos los niños saben que los Reyes Magos solo te traen
regalos si te has portado bien durante el año y suelen dedicar algunas palabras
a convencerlos de su bondad. Cuando son conscientes de que a lo mejor no cuela,
se deshacen en promesas. "Este año he sido algunos días muy bueno, pero
otros… he sido regular", admitía Rafael Martínez Oña y López en 1961. Aun
así, prometía que el año siguiente sería "todos los días muy bueno y
estudioso", razón que consideraba suficiente para que le llevasen todas
las cosas que iba a pedir ("ya que sus Majestades son tan buenos").
Este asegurar haber sido bueno o, en su defecto, prometer
serlo es de las pocas cosas que no han cambiado en las cartas. Las cartas a los
Reyes Magos son un testimonio fantástico a través del que leer entre líneas
cómo ha cambiado la sociedad, y es también "un reflejo de los juguetes de
cada época", indica Buendía. La niña Pepita Navajas pedía en 1961
"unas zapatillas, un misal, unos zapatos, una cartera y una medallita de
plata", una lista aparentemente sin juguetes y solo con regalos de tipo
práctico entre los que llama la atención el misal.
¿Era extraño en el momento? "Jugar a juegos con temas
religiosos era recurrente", explica el director de los Museos de Terque.
"Los niños jugaban a decir misa, a hacer de cura, y había juguetes que se
hacían con toda la parafernalia de la iglesia", asegura. En cuanto a los
objetos prácticos como la ropa, solían tener detrás la influencia de los
progenitores.
Además de para uno mismo, era también habitual pedir cosas para
el resto de la familia, para miembros del servicio o incluso para niños pobres.
Es lo que hizo Mari Carmen Navarro en 1959. Tras enumerar lo que quería para
ella, pidió también agua de colonia para su abuela y su madre, una pluma
estilográfica para su hermana, una rebeca nueva para su cocinera, ya que la
llevaba rota y le daba "mucha lástima", y un paraguas para su
costurera. También se acordaba de "esos niños y niñas pobres que se quedan
mirando a los escaparates y tienen tanto frío y que no tienen qué comer" y
pedía que los Reyes se acordaran de ellos.
Y entraba de lleno en el debate infantil sobre si los Reyes
existen o no: "Ya sabéis que hay niños muy malos y dicen que los Reyes son
los padres, pues no les llevéis juguetes", sentenciaba.
Los buenos deseos para otras personas y para la sociedad
siguen apareciendo también en las cartas actuales que tiene el museo, aunque
Buendía advierte de que hay que recordar que son cartas para un concurso y que
"todo el mundo quiere quedar bien".
Aun así, a través de ellas se pueden ver también las
preocupaciones de los niños en cada momento. "En los momentos duros de
crisis económica, que los niños pidan trabajo es recurrente", pone como
ejemplo Buendía, que cuenta que en las cartas se ve muy bien cómo "los
problemas de los mayores se trasladan a los niños".
No solo se ven los cambios en el contenido de las cartas: la
forma y el material también cuentan una historia. El propio papel utilizado
para escribir la carta muestra cómo la tradición de los Reyes Magos se fue
popularizando. En las primeras cartas que se conservan, el papel es una simple
hoja, pero a partir de los años 30's y 40's aparece ya el papel específico para
la carta a los Reyes con su iconografía, explica Buendía.
En los 50's y 60's, las jugueterías y fábricas de muñecas ya
crean sus propios papeles para la carta, en los que introducen sus productos.
"De ahí a lo de ahora, casi catálogos en los que los niños pueden marcar
con una X los juguetes que quieren", indica el director del museo.
En las cartas antiguas son evidentes también otros dos
cambios que tienen que ver con la educación. Por un lado, en la caligrafía.
Incluso cuando son cartas claramente escritas por una mano adulta, "tienen
una letra muy parecida porque se enseñaba así", cuenta Alejandro Buendía.
Más angulosa e inclinada y menos redonda que la actual. Por otro lado, muchas
fórmulas de la comunicación epistolar también llaman la atención cuando el
remitente es un niño.
En 1939, Jaime Quiros cerraba su carta deseándoles a sus
Majestades de Oriente un feliz viaje y con algo que nadie se imagina a un niño
(ni a un adulto) del 2025 escribiendo: "Les saluda este pequeño servidor
que les besa sus reales manos".
Alejandro Buendía explica que en los cuadernos de escuela de
los años 20's, 30's o 40's suelen aparecer ejercicios relacionados con la
escritura de cartas en los que se aprecian esas fórmulas hiperformales que
encontramos no solo en cómo se dirigen los niños a los Reyes Magos, sino
también los adultos en cartas o postales a personas con las que muchas veces
tienen una relación íntima.
La comunicación postal es prácticamente inexistente en el
universo de los niños y las niñas de la actualidad, y esa es una de las razones
principales por las que el Museo de la Escritura Popular de Terque decidió
organizar su concurso de cartas a los Reyes Magos hace ya algunos años.
"Nos interesa que el género epistolar tenga un espacio", explica
Buendía, "que los niños sepan qué es una carta, conozcan el papel de
carta, dónde se escribe la dirección y el remite, y que hace falta un
sello…".
Quieren evitar que todo esto se olvide y que dentro de pocos
años no sepan qué es una carta, un sello o qué es un buzón.
Alejandro Buendía es consciente de que las cartas que
conservan ellos en el museo son una muestra muy pequeña de las que se han
escrito desde finales del siglo XIX: se trata únicamente de cartas que han sido
guardadas por los padres y las familias y que luego han sido donadas al museo.
Perdidas para siempre quedan las que no fueron atesoradas
año tras año y también las muchas que los niños enviaron a los Reyes Magos por
correo: todas esas que acabaron en un buzón ordinario o en alguno especial
puesto por Correos o una juguetería fueron en su mayoría destruidas.
Después están las cartas no escritas, los deseos de los
niños más pobres que no han quedado registrados. Las cartas, especialmente
hasta los años 50's o 60's, cuentan solo la historia de los niños más
acomodados. El director de los Museos de Terque señala que muchas veces la
gente más humilde del pueblo recuerda cómo eran sus Reyes: "Por la mañana
aparecía en el zapato una naranja, unas peladillas, un mantecado o un
dulce".
Jajajajaja me viene a la memoria una historia que me contó mi
padre, sobre una mañana de Reyes siendo él muy niño y que tiene mucho que ver con esto último que os cuento, lo de los
zapatos y los dulces, os dejaré el enlace al final del post, ya que en su día
también la escribí, fijo que os sacará unas risas.
Otras situaciones en las que "todos los años se repetía
el mismo regalo", siempre la misma muñeca "que se guardaba para que
no se estropeara". Este tipo de regalos "no precisaban de una
carta".
Aunque las cartas y los regalos han cambiado con los años, la magia de
los Reyes Magos sigue viva. Al fin y al cabo, si nos hemos portado bien, todos merecemos
un toque de ilusión y un saco lleno de sueños.
¿Y tú, ya escribiste la carta a Sus Majestades los Reyes de
Oriente?
¡FELICES REYES MAGOS!
CUENTO DE NAVIDAD PARA UNA MAÑANA DE REYES