viernes, 28 de octubre de 2022

EL CUENTO DE "MARIUCA LA CASTAÑERA" DE FERRÁNDIZ.

Mariuca era una niña huerfanita

que doña Paca un día recogió.

-Pero como soy pobre- le advirtió-.

Trabajarás si quieres que te admita.

Puedes ganar el pan que has de comer

si castañas aprendes a vender.

Con el fogón, paraguas y la silla,

bajo un árbol y a un lado de la acera,

Mariuca se instaló de castañera.

Pronto un chico acudió y una chiquilla;

luego otros niños más que, muy baratos,

le compraron castañas y boniatos.

Más tarde se acercó un rapazuelo

con cara de tener mucho apetito;

miraba las castañas con anhelo

y aspiraba su olor tan exquisito.

Mariuca al verlo, sintió compasión

Y de castañas le dio un buen montón.

Las castañas mostró a sus compañeros

¿Y de dónde, chaval, las has sacado?

La niña del fogón me las ha dado.

Y dijeron los niños pordioseros:

-A todos nos dará alguna castaña

si sabemos pedírselas con maña.

Y allí fueron pidiendo los carpantas

(porque tenían hambre de verdad).

-¡Dame una castaña, por caridad!

Y ella a cada chiquillo dio unas cuantas.

Otros, de tal bondad fueron testigos

y pronto hubo una cola de mendigos.

¿Poco has ganado y la cesta vacía?

Di un poco a cada pobre que pedía.

¿Los pobres?¡El negocio es lo primero

y las castañas para ganar dinero;

no para dar a la chiquillería!

¡Si mañana, otra vez esto te pasa,

no hace falta que vuelvas por mi casa!

Mariuca se pasó toda la noche

pensando, si sería o no verdad,

que no podría hacerse caridad

para ganar dinero sin derroche.

Y pensó:- Por si tiene ella razón,

no dejaré ablandar mi corazón.

Tan pronto como Mariuca llegó al puesto,

los pobres empezaron a pedir.

Cerró los ojos, no los quiso oir;

pero ellos insistían con el gesto.

-¡Por Dios, tenemos hambre y mucho frío!

-¡A mí, que desde ayer nada he comío!

Mariuca ya no pudo aguantar más

y a los niños que estaban implorando,

castañas y boniatos les fue dando.

También acabó dando a los demás,

y a todo el mundo repartió

hasta que el género se terminó.

-¿Por qué será mi corazón tan blando?

¿Por qué me habré dejado convencer?

¡Ahora a casa no podré volver!-

Bajo el paraguas se quedó llorando.

Se hizo de noche, nevaba sin cesar

y se durmió, cansada de llorar.

Los ángeles sintieron compasión.

¡Pobre Mariuca!. Del cielo bajaron

y de nuevos frutos rellenaron

el cesto y encendieron el fogón.

A su calor durmió más confortada…

¡Si ella supiera cómo fue ayudada!

El rico olor de la castaña asada

despertó a Mariuca al amanecer;

vio en el fogón enorme castañada.

-¿Quién ha podido el fogón encender?

¿Quién de boniatos dejó el cesto lleno?

Alguien –pensó- muy poderoso y bueno.

Pronto aquel género empezó a vender.

Entonces vio que, aunque de allí sacaba,

igual de lleno el fogón quedaba;

el género volvía a aparecer.

¡Gracias Señor; así tendré bastante,

para el negocio y para el mendicante!

Doña Paca ya se había arrepentido

de su amenaza al ver que no volvió.

Fue a buscarla pues, de noche, temió

que algo malo le hubiese sucedido.

Y exclamó viendo pobres en la cola:

-¡Por buena, no podré dejarla sola!

Pero Mariuca le explicó al momento:

-¡Gano dinero y aunque dé propina,

La mercancía nunca se termina!

-¡Qué es un milagro niña, yo presiento!

Por tu bondad has sido premiada,

Comprendo que yo estaba equivocada.


¡FELIZ CASTAÑADA

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